El blog de José Luis Povo

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domingo, 3 de noviembre de 2024

Adler - Integral I (Ponent Món), de René Sterne


                 


Adler, las aventuras del piloto Adler von Berg creadas por el dibujante y guionista René Sterne con color de su esposa, también dibujante, Chantal Spiegeleer, se prolongaron durante diez álbumes y un volumen complementario, fuera de serie, Noël en Malaisie, de tan solo 21 páginas. En 2008 Adler fue agrupada en dos tomos integrales por Le Lombard, posteriormente publicados en castellano por Ponent Món. 

La serie está ambientada en el continente de Oceanía, al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía permitía un enfoque de aventura clásica, plagada de peligros naturales, piratas a bordo de juncos y tesoros a la vuelta de cada página. Está protagonizada por Adler, piloto de la Luftwaffe cuyo nombre -en alemán, águila- se diría tomado de la revista oficial del Ejército del Aire alemán, Der Adler. Miembro de la nobleza, reconocido as de la aviación, Adler se presenta a un compatriota como un desertor, decisión que tomó avanzada la contienda para desmarcarse de las órdenes de Adolf Hitler. Protagonismo, por otra parte, compartido con Helen Peach, su pareja en los episodios iniciales. 




La serie arrancó en 1985 en el seno de la revista Tintin, aunque, a pesar de que su protagonista era un piloto, no venía a ocupar el sitio de Dan Cooper, la serie de aviación de la cabecera por antonomasia. Más bien, se trataba de una apuesta por la aventura con el grafismo de la nueva línea clara abrazado de forma radical. En España la serie quizá no tiene la reputación que merece por no haberse publicado puntualmente, cuando, en verdad, reunía méritos suficientes para haber visto la luz, por ejemplo, en una revista como Cairo, el neotebeo, adalid de la nueva línea clara gracias a propuestas como La red Madú o Dossier Harding.

Páginas escogidas (primer y segundo álbum, pinchad para ampliar).


El primer álbum, El avión del Nanga, mantiene esa radicalidad, todavía con una expresividad titubeante en cuanto a los personajes, compensada con ese aire de modernidad que se antoja incólume al paso del tiempo. De gran ambición narrativa al menos en cuanto a découpage, a razón de nueve u once viñetas por página, la estructura descansa en las peripecias que conllevan los desplazamientos de un escenario a otro y a las tensiones que introducen un potentado holandés, unos piratas y una princesa destronada. El segundo álbum, La guarida del Katana, gana en soltura, cierra la aventura abierta en el volumen anterior y en las últimas páginas los escenarios van desmarcándose de la línea clara, al moldear el volumen de los objetos y de la orografía. 

El tercer álbum, Muerte transit, al ubicarse en el norte de México, pierde parte del aliento exótico de la serie y ofrece una ristra de tópicos que no acaban de estar bien servidos e hilvanados. En paralelo, el apartado gráfico asienta las intuiciones ya formuladas al final de la aventura anterior y adquiere de forma definitiva un estilo que Sterne ya no abandonará: personajes principales delineados con escasos trazos, herederos de la línea clara, alternados con secundarios que rayan en la caricatura, poblando unos escenarios que no rehuyen la profundidad. 

Última misión, el cuarto álbum, vuelve a por sus fueros y localiza la acción al norte de Birmania, pone en valor el mundo de la aviación, germen al fin y al cabo de la propia serie, y recupera y acentúa los ecos de la Segunda Guerra Mundial sobre los restos de un bombardero de la USAF.

La quinta aventura, Black Bounty, continúa en el sexto álbum, recopilado en el segundo integral. Como suele ser habitual en Adler, forma parte de un díptico, cuyo título alude a la fragata HMS Bounty y a la piratería por partida doble, la dieciochesca y la moderna. 

Este primer volumen cuenta con un artículo de diez páginas y una cronología de vida de René Sterne.

En el segundo integral, aparte de la serie regular, se publican varias historias cortas aparecidas en Tintin y Super Tintin, entre ellas las que presumiblemente componen el álbum Noël en Malaisie. El prestigio de Adler y el trazo de Sterne le valió para ser escogido como continuador de Jacobs en La maldición de los treinta denarios, volumen de Blake y Mortimer que no pudo concluir debido a su muerte repentina.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

BLAKE Y MORTIMER: "LA MALEDICTION DES 30 DENIERS",por Jean Van Hamme, René Sterne y Chantal de Spiegeleer


Sin esperar a que Norma Editorial se decida a publicar el último álbum de Blake y MortimerLa Malediction des 30 deniers”, en castellano, (por cierto, como comentábamos ayer, la edición en portugués ya ha salido) me he abalanzado sobre la edición en francés, que me dispongo a comentar. El álbum ha sido dibujado por René Sterne y Chantal de Spiegeleer y escrito por Jean Van Hamme.
La primera historia de estos personajes creados por Edgar P. Jacobs que escribió Van Hamme, "El caso Francis Blake", cultiva el género de espionaje puro y duro (“hemos procurado hacer algo un poco simplón, como habría hecho el propio Jacobs”, dijo en su día el propio Van Hamme). Con “La extraña cita”, salta al género de la ciencia ficción, con viajes en el tiempo incluidos, remitiéndonos a clásicos de la saga como La trampa diabólica o SOS. Meteoros. En “La maldición de los 30 denarios”, el género es la aventura arqueológica, y la referencia inevitable, “El misterio de la Gran Pirámide”.En este caso, se trata de arqueología bíblica, y lo que da pie a toda a la trama son los 30 denarios que cobró Judas por entregar a Jesucristo. A estas treinta piezas de plata con la efigie del emperador Tiberio se les atribuye una maldición capaz de desencadenar la desgracia a quien las posea, lo que los convierte en un objeto mítico cuya búsqueda sería digna del mismísimo Indiana Jones. De hecho, en la propia historieta se compara a los 30 denarios con el arca de la Alianza y El Santo Grial, en lo que a mí me parece un claro guiño a George Lucas. El caso es que el profesor Mortimer, que desde su aventura en El Cairo no se había visto envuelto en ninguna intriga de este tipo, se lanza a la búsqueda de la tumba de Judas en compañía de Eleni, la nieta del doctor Markopoulos, conservador del museo arqueológico de Atenas, y el prometido de ésta. Pero, como no podía ser de otro modo, el infame Olrik está también sobre la pista del preciado botín dispuesto a ponerle palos en la rueda a su sempiterno enemigo,
esta vez a las órdenes de Belos Beloukian, un excéntrico magnate obsesionado con dominar las fuerzas del mal. (Un personaje, por cierto, que creo que está bastante bien logrado y digno de propio Jacobs)
El detonante de la historia hace relación directamente a la aventura de la pirámide, pues es el propio conservador del museo de El Cairo, Ahmed Rassim Bey,quien pone en contacto a Mortimer con el doctor Markopoulos. Una vez servido el McGuffin en bandeja, Van Hamme, como siempre consciente de que lo que está haciendo es una historieta de Blake y Mortimer, se preocupa por poner en juego todos los ingredientes que uno espera encontrar en este tipo de historias (robo de papiros, persecuciones trepidantes en escenarios exóticos e incluso disfraces), todo ello a lo largo de una trama bastante lineal, como en el caso del díptico de El Cairo. A diferencia del clásico de Jacobs, en este álbum podemos encontrar páginas enteras sin las cartelas de texto tan características de la serie y que han sido objeto de tantas críticas por su pesadez y su carácter redundante. Aquí hay muchas menos, y eso se agradece.
Como ya comentamos en su día, en el dibujo de los personajes tambiénrecuerda poderosamente esta historieta a la de la pirámide. René Sterne parece transmutarse en Edgar P. Jacobs, cogiendo el aire a los personajes (rostros, posturas, expresiones, actitudes) y reproduciendo el trazo del maestro con tal exactitud y de tal modo que da escalofríos. (Las imágenes hablan por sí solas)Los vehículos, la arquitectura y el ambiente de las calles de Atenas también están realmente conseguidos.Pero el milagro de la transmutación se da pocas veces, y sería difícil que se consiguiera dos veces dentro de la misma familia. Tras la prematura muerte de Sterne, su viuda, la también dibujante Chantal de Spiegeleer, se ha ocupado de dibujar las últimas planchas,(de la 32 a la 56) y a fe que ha hecho un encomiable trabajo, con la ayuda de un decorista y un colorista. Pero inevitablemente el cambio de mano se nota(ver imagen), y es que, como digo, el listón lo había dejado altísimo el malogrado Sterne.
Con todo, el poder ver hoy la historieta terminada da gusto y es el mejor homenaje que se podría haber rendido al dibujante. Al principio del álbum, Van Hamme nos cuenta en un emotivo prólogo cómo una historia triste al final se ha convertido también en una bella historia, gracias al talento y a la determinación de Chantal.
Siempre me ha parecido que la maravilla y la magia de las historietas de Blake Mortimer, no está en las tramas, no demasiado interesantes de por sí,; tampoco destacan precisamente por su ritmo o pulso narrativo; su fuerza está, creo yo, en la creación de atmósferas. Y en este aspecto, estamos ante un álbum de Blake y Mortimer con mayúsculas. Al leer la escena en el que el profesor Mortimer dialoga con el doctor Markpoulos, sentados ambos en una terraza de un bar griego, en una calle de Atenas con una pronunciada pendiente, a uno le parece estar allí.Es más, le gustaría estar. Y, si es posible, con un enigma por descifrar, escondido entre las letras de un viejo papiro…
La segunda parte de esta historia, que se encuentra dibujando Aubin Frechon, se espera para noviembre e 2.010.