"Con el nacimiento de la revista Cairo en 1981, se verifica la verdadera renovación de la moderna historieta española, merced a la dirección visionaria y entusiasta de Joan Navarro, que, sin perder de vista las corrientes francobelgas más clásicas, hace descansar sobre los hombros de una serie de autores jóvenes el esqueleto de su propuesta. Estos autores vertebraron lo que dio en llamarse Nueva Escuela Valenciana, y su obra se caracteriza por una levedad y una ironía alejadas del humor cerril y politoxicómano cultivado por sus compañeros de El Víbora, la otra cabecera renovadora del medio durante la década de los 80, amén de por su concepción de la Aventura, distanciada y de tono premeditadamente camp."
(Francisco Naranjo, "El informe Mongo").
Esta cita, brillante, está extraída de un artículo dedicado a la revista Cairo, publicado en el imprescindible número 21 de la revista de ensayo U, un especial Daniel Torres, a la sazón una de las estrellas de Cairo.
Hoy en día está de moda minusvalorar el boom de la revistas de cómics para adultos de los años 80, de calidad más que notable a poco que se revisen sus páginas.
En el caso de Cairo difícilmente se puede exagerar su importancia, ya que fue una publicación capital para el desarrollo del cómic español. ¿O deberíamos decir tebeo? Porque más allá de la rivalidad, amable, entre colegas, que se esbozó entre la línea clara de Cairo y la línea chunga de El Víbora, cuando como se ha señalado repetidamente ambas cabeceras compartían muchos de sus colaboradores, Cairo demostró desde su primer número un marcado espíritu reivindicativo, que comenzaba por el mismo nombre que defendía para el medio, tebeo, en contraposición con el vocablo cómic, popularizado por la crítica por la supuesta mayoría de edad del noveno arte.
Tebeo, o neotebeo como figuraba en portada, era la propuesta que mantenía una revista a la que no le faltaban artículos de fondo, muchos de ellos firmados por Ramón de España ("Vacaciones en Syldavia", "Modernidad contra modernez", etc) que completaban a los editoriales y transmitían su particular ideario estético.
En cuanto a los tebeos en sí, llegó lo más granado de la nueva línea clara: Floc'h ilustraba la portada del primer número, segunda parte de la trilogía inglesa que vería la luz en las páginas de Cairo; Tardi cerraba la última historieta del primer número con su "Niebla en el puente de Tolbiac", y se convertiría en una presencia constante en la publicación.
Desafiando a los supersticiosos el número trece supuso la presentación, ¡por fin!, de Edgar P. Jacobs en España con una portada de órdago. El director de la revista Joan Navarro afirmaba orgulloso en el editorial: "agárrense ustedes fuerte, que desde este mes, en el neotebeo encontrarán una razonable dosis de la obra magna de uno de los patriarcas de la historieta en Europa y el mejor representante -junto con Hergé- de la escuela franco-belga". Unas páginas después un artículo de Ramón de España presentaba la aventura: "La Marca Amarilla".
Otras obras francobelgas vieron la luz en Cairo, como las Ideas Negras de Franquin, "La red Madú" de Rivière y Goffin, Ted Benoît y su "Ciudad Luz" o Theodore Poussin de Frank Le Gall, sin olvidar al italiano Vittorio Giardino, una de las firmas estrella de Cairo desde que recaló con la magistral "Rapsodia húngara". Dentro de la pujante línea clara holandesa recordar El profesor Palmón de Dick Briel, con la intrigante "El misterio de la planta tacho" dividida en tres entregas y ocupando una portada, y León el terrible, de Theo Van den Boogaard y Wim T. Schippers, cuyas historias cortas diseminaban la publicación con humor absurdo.
Todavía más relevante fue la introducción de firmas españolas. En los primeros números Montesol o Scaramuix. Poco a poco, a partir de la llegada de Daniel Torres en el cuarto número con su deslumbrante Opium, se fue ganando una unidad de estilo al dar cabida a lo que se denominó la Nueva Escuela Valenciana, con firmas como Mique Beltrán, Sento, Micharmut y el propio Torres, que proponían una revisitación de los géneros clásicos desde la desmitificación, acompañada siempre por un trazo limpio y moderno, un grafismo que en su legibilidad tenía a la línea clara como una de sus influencias y en su modernidad a autores como el también valenciano Miguel Calatayud, que llegó a asomar por las páginas de Cairo.
La presencia de la Nueva Escuela Valenciana en Cairo alcanzó su cénit en el número 25: portada de Sento con su "Velvet Nights", con guión de Ramón de España, una historieta de Micharmut deconstruyendo el medio, "Macao" de Mique Beltrán y "El misterio del susurro", una aventura de Roco Vargas, el célebre serial de ciencia ficción que había iniciado Daniel Torres en el número 12. Para hacernos una idea de la calidad de la revista, comentar que el sumario de este número 25 se completaba con tebeos de Pere Joan, Tha y Bigart, o Coll, autor del TBO justamente reivindicado por la publicación, mientras que en apartado internacional teníamos a los habituales Tardi y el tándem Rivière/Floc'h. Todo ello en un sólo número; de quitar el hipo.
La verdad es que la historia de esta revista, como el boom de los ochenta, da para un libro. No podemos en este limitado espacio tratar hechos como la huelga de artes gráficas que tanto perjudicó la salida del número 19 de Cairo, o detenernos a fondo en distintos aspectos como el cierre de la revista al dejar Joan Navarro la redacción y su posterior resurrección hasta alcanzar los 75 números. En el artículo enlazado al final de esta entrada se pueden encontrar más datos de interés. Tan sólo añadir dos observaciones: no podíamos olvidar a una revista como Cairo en este especial línea clara, y comentar que para muchos lectores Cairo fue número a número una conmoción, era emocionante, se palpaba mes a mes la evolución del medio; fue historia viva del tebeo.
Enlaces:
Las treinta primeras portadas de Cairo en el blog Carnaby Street
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