Mi amigo Bbarron me puso sobre la pista de este comic, publicado por Casa de Anna Frank en colaboración con el Museo de Historia Judía de Amsterdam, y editado en España por Planeta de Agostini. En la página oficial de Anna Frank podemos ver que este comic ha sido creado con fines educativos, y que pertenece a un programa destinado a acercar a los estudiantes de educación secundaria de entre 13 y 16 años una parte de la historia reciente, la de la persecución y el asesinato de miles de judíos a manos de los nazis.Unos hechos sobre los que la gente de mi generación (yo nací en los 60) hemos tenido abundante información a través de diferentes medios y obras de ficción, pero que en buena medida son desconocidos para generaciones posteriores. Así pues, se trata de una historieta que es parte de una iniciativa de carácter educativo; sin embargo aquí en España, Planeta lo edita en su colección "Comic books" y se presenta más bien como una novedad editorial dentro de sus colecciones de comic. Y es que sospecho que esta edición española está siendo leída sobre todo por lectores habituales de historietas, atraídos por su estilo de línea clara. Éste es, desde luego, mi caso. Solamente por su estética, que me recuerda a algunos de mis comics más queridos, habría sido suficiente para que lo comprara. Pero además he encontrado en él más cosas, como trataré de explicar.
El comic cuenta la historia de una familia de judíos alemanes que se ven obligados a emigrar a Holanda tras la «Noche de los cristales rotos»,en 1938. Esto se narra a modo de flashback, pues la historia comienza con la iniciativa del nieto de Esther, la protagonista, de ayudar a su abuela a descubrir cómo murieron sus padres. A través de lo que cuenta Esther, nos trasladamos a la época de los inicios de la discriminación de los judíos en Alemania. Su familia, buscando un mínimo de seguridad, se muda a Holanda. Allí continúa el acoso, que acaba convirtiéndose en una matanza indiscriminada de civiles inocentes. Esther se libra de una redada en la que sus padres son detenidos y deportados. Con sencillez, pero con la dureza que llevan implícitos estos hechos, desgraciadamente muy reales, se nos cuenta cómo Esther se queda sola y se ve obligada a esconderse, y cómo sus padres son llevados al campo de concentración de Auschwitz, lugar que no por su repetida presencia en filmes y novelas resulta menos siniestro y digno de ser recordado, aunque no sea plato de gusto.
Aquí se muestra tal cual cómo eran las cosas. En la solapa se relacionan hasta 26 personas que han intervenido en el asesoramiento de los contenidos, sin contar al alumnado y profesorado de centros de secundaria que también han colaborado. Dicho sea esto para dar fe de que nos encontramos ante un documento completamente serio, documentado y creíble, casi un libro de texto.
El componente humano, también muy real, de la solidaridad y el apoyo mutuo que se profesan las víctimas del horror hasta en los peores momentos, está también presente, y da a la historia un valor y una dimensión que van más allá de la mera exposición de unos hechos. El acercamiento a los sentimientos de los descendientes de aquellas víctimas al pasado de sus familiares, también.
¿Y qué mejor lenguaje para narrar esta historia con objetividad y precisión en la documentación que la línea clara? Al leer este comic se me viene a la cabeza el concepto de legibilidad (lisibilité) del que solía hablar Hergé. El estilo del gran maestro se reveló a lo largo de Las aventuras de Tintín de lo más eficaz para contar una historia. Y a fe que Eric Heuvel, el dibujante de La Búsqueda, recoge esa antorcha, absorbiendo la influencia de la tradición hergeiana para lograr los fines que el libro persigue, pero consiguiendo además, para mi gusto, una obra de alto nivel artístico y un deleite gráfico. Su estilo a la hora de dibujar los personajes, sobrio y sin excesos, me recuerda al de Ted Benoit. Los fondos están muy cuidados y documentados, sin alardes pero sin tampoco escatimar esfuerzo a la hora de mostrar con fidelidad una serie de elementos que nos ayudan a contextualizar la historia (medios de transporte, arquitectura, etc.). Esto es especialmente importante en este caso, al irse superponiendo escenas de la época actual y de los años 30-40.
Mientras tenía lugar la Gran Guerra, Hergé corrió un telón y nos habló de aventuras exóticas y búsquedas de tesoros. Más tarde, sin embargo, nos mostraba el peligro de los totalitarismos en la época de la guerra fría, a través de los imaginarios bordurios (por ejemplo en el díptico lunar y El asunto Tornasol). Quizás por ello no nos es extraño ver en La Búsqueda dibujados a la manera de Hergé a esos personajes siniestros y sin escrúpulos vestidos con el uniforme nazi.
Este libro de texto nos recuerda a Tintín no sólo por los dibujos, sino también por el hecho de que, como tantas veces se ha dicho, las aventuras del periodista del mechón son también como una enciclopedia de la Historia del siglo XX. Y además, aquí también está clarísimo, como en Tintín y como en pocas ocasiones en la Historia, quiénes son los malos.