Ya está aquí "Cuba 58", el nuevo álbum de Lefranc, obra del guionista Roger Seiter y el dibujante Régric.
Durante el proceso de creación el álbum, tuve ocasión de conversar con Régric acerca del proyecto, y me decía que estaba a gusto dibujándolo, ya que se trataba de una buena historia, de un guión sólido. Eso me hizo superar la incertidubre ante un guionista nuevo para Lefranc, después de que los dos álbumes anteriores, con guión de Robberecht, me habían gustado.
La portada refleja un momento que tiene su importancia en la aventura, pero me dice poco, salvo que Lefranc vuelve a calzarse un traje de hombre rana y poco más. El título, en cambio, dice más: estamos en Cuba en el año 58, una época crucial para la Historia del país caribeño. Y a fe que el comic lo refleja, gracias al cuidado proceso de documentación llevado a cabo por Régric. Realmente nos hace viajar a la Cuba de aquella época, a través de los coches, los paisajes urbanos, las vestimentas...y los personajes reales. Por experiencia sé que transformar un personaje real en un personaje de comic entraña su dificultad. Y aquí hecen su aparición nada menos que Ernest Hemigway, el ché Guevara y Fidel Castro.Y la prueba se supera con éxito en todos los casos. Aquí tenemos a nuestro intrépido periodista siendo presentado a esos personajes de renombre:
Es verdad que este hecho no es habitual en Lefranc, pero no deja de ser coherente con la afición del reportero rubio a verse mezclado en conflictos de gran alcance.
En el modo de narrar la historia también hay algo poco habitual: ya en la tercera página arranca una historia paralela a la que va protagonizando Lefranc, con otros personajes de otro ámbito distinto: ¡Anatema! ¡Se pierde el esquema de la línea clara, en el que el lector tiene siempre como referencia el punto de vista del protagonista! A los lectores habituales de la serie y del cómic clásico en general, nos choca de entrada esto. Por eso recomiendo abrir la mente y dejarse llevar por las dos tramas paralelas (una de política y espionaje, podríamos decir, y otra relacionada con un hallazgo arqueológico), esperando tranquilamente a que ambas converjan.Y para mi gusto lo acaban haciendo felizmente, e incluso creo que este esquema narrativo permite que la clásica casualidad que hace que un héroe se vea mezclado en algo muy gordo, quede mejor explicada, y da pie a incluir detalles de la trama paralela que nos cuentan muchas cosas sobre la situación de Cuba de la época de una forma nada forzada.
Los lectores del blog sabéis que soy un apasionado de las "atmósferas" en el cómic, de la recreación de ambientes en los que se desarrollan las historias prestando atención a los detalles. Las imágenes que muestro a continuación hablan por sí solas, creo, en ese sentido, y dan fe del buen trabajo hecho por Régric para conseguir trrasladarnos a otro lugar y otro momento histórico:
Pero todo esto valdría de poco si la lectura del comic fuera aburrida, o a la mitad descubriéramos que no nos interesa para nada el destino de los personajes que pululan por allí, como desgraciadamente ocurre con algunos comics. Y en este caso, a mi al menos me ha enganchado, y me lo he leído de un tirón. Además de dejarme buen sabor de boca.
Ah! otra cosa. Sin querer desvelar nada, diré que una historieta de Lefranc no sería tal sin una viñeta como esta hacia el final:
Por cierto: ¿sale Axel Borg? no, se le deja descansar. Pero ahí tenemos a otro de los grandes hombres sin escrúpulos creados por Jacques Martin: Arnold Fischer, cuya presencia además está plenamente justificada en el relato.
Poco más que decir, a encender un habano, servirse un chupito de ron cubano y pasar un agradable rato de lectura...
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