"La conjura de las rapaces" se presenta como la tercera entrega de Alix Senator. Tercer jalón, pues, con el cual podemos afirmar con toda certeza que han quedado atrás las dudas que surgieron antes de que esta nueva serie, derivada de la clásica Alix, viese la luz.
Alix Senator tiene, desde luego, entidad propia y, al mismo tiempo, está ligada a la serie principal. Los papeles de Titus y Kefrén, hijos Alix y de Enak, no son un mero añadido. El personaje de Álix, menos impulsivo que en su juventud, se verá envuelto igualmente en conspiraciones de altos vuelos, esta vez en torno a la sucesión del Emperador Augusto. Los guiones de Valérie Mangin hilan con maestría las tramas, dentro de la órbita actual que divide las historias en ciclos, compuestos por varios álbumes. Pero cada volumen goza de cierta autonomía; se pueden leer individualmente e invitan a la relectura periódica.
Así, "La conjura de las rapaces" continúa "Las águilas de sangre" y "El último faraón" (comentados aquí y aquí), es decir, la subida al poder de Augusto, con todas las tensiones que se desatan, y el viaje suntuoso a Egipto, en el cual el estilo hiperrealista de Thierry Démarez encuentra abundantes momentos de lucimiento. Sin duda, este es uno de los alicientes de la serie, perfectamente imbricada gracias al guión de Mangin: la reconstrucción de la Roma Antigua dentro de los parámetros del mejor cómic histórico y de aventuras.
En "La conjura de las rapaces" toda la acción transcurre en la ciudad de Roma. Impresionan las grandes construcciones, templos, anfiteatros, la portentosa recreación de las termas... pero es en la reconstrucción de los interiores de las casas patricias y las estancias del Emperador donde Démarez brilla con una aportación capital, pocas veces vista: fabulosos los frescos de las paredes, el uso de los cortinajes, los mosaicos de los suelos.
Este tercer álbum de Alix Senator tiene, desde su escena inicial, embozados los conspiradores tras las máscaras, un gusto por lo teatral. Hay mención al "Edipo Rey" de Sofocles, Mangin afila los diálogos y se alude directamente a esta teatralidad. "Qué clase de comedia quieres que interprete", se llega a pronunciar en un encuentro furtivo, en plena noche, en el teatro, cuya culmen debe acontecer en el senado, otro escenario, en el fondo.
Así, con la espectacularidad de un álbum en gran formato, "La conjura de las rapaces" nos transporta a una Roma asediada por las conspiraciones, movida por el aliento de los dramas grecorromanos; una representación, a vida o muerte, donde se dirime, con un grafismo y un oficio narrativo sobresaliente, tanto la suerte del Imperio Romano como el destino del propio Alix.
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