El blog de José Luis Povo

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domingo, 29 de octubre de 2023

ASTÉRIX: "EL LIRIO BLANCO", por Fabcaro y Didier Conrad



Tras dos años de espera, como de costumbre, llega a las librerías una nueva entrega de Astérix, en este caso con un nuevo guionista,  Fabcaro, que reemplaza a J-Y Ferri, y Didier Conrad repitiendo como dibujante

Fabrice Caro, alias Fabcaro, conocido sobre todo por su obra Zai Zai Zai Zai, de 2015, se enfrenta pues al reto de ocupar el lugar del genial René Goscinny, un desafío comprometido, del cual sus predecesores, Ferri y el propio Albert  Uderzo, no siempre han salido airosos.

Como no podría ser de otra manera, las redes ya se han incendiado con opiniones encontradas sobre el guión de El Lirio Blanco, siendo muchos los que se lamentan del resultado y acusan a su autor de reciclar ideas de los álbumes clásicos. En esta ocasión, la actitud de los más puristas nos lleva, o así se me antoja a mí, a una curiosa paradoja: si el guión de un nuevo Astérix no se parece a los de Goscinny, disgusta por ello. Y si se parece, disgusta por lo contrario y se considera poco menos que un plagio. En el fondo, quizá tras estas opiniones se oculte una profunda convicción de que el solo hecho de continuar Astérix no tiene sentido y sólo se explica por al ansia de recaudar. Pues bien, no es mi caso. Cada dos años acudo a la cita y, s´olo con que la nueva aventura me devuelva algo de la magia que me atrapó en la infancia, ya doy por bien gastados los 10 euros que pago por el libro ¡Que es lo que cuestan dos cervezas y una de bravas, por Tutatis! 

En esta ocasión, los romanos recurren a un arma secreta para derrotar a la aldea de los irreductibles a través de un personaje que desestabilice su equilibrio natural, que les perturbe, socavando sus costumbres y convicciones, como ya ocurrió en La Cizaña con Perfectus Detritus y en Obélix y Compañía con Cayo Coyuntural. Ahora el romano que se inflitra se llama Viciovirtus y su arma es el pensamiento positivo, que, según el plan de los romanos,  mitigará la agresividad de los galos.




Hoy en día, esta filosofía de vida, según la cual hay que tomarse las cosas según vienen, sin dramatizarlas, y somos nosotros mismos los que nos infligimos dolor por cómo nos las tomamos, tiene muchos adeptos, pero también detractores: más de una artículo se ha publicado defendiendo el volver al desahogo, al dar rienda suelta a nuestras reacciones cuando hace falta, y asumir que lo malo que nos ocurre lo es sin paliativos. En este contexto, llega esta entrega de Astérix, en la que se parodia ese pensamiento positivo a ultranza, sin por ello descalifcarlo por completo. Se trata, como hacía Goscinny, de ponerlo sobre la mesa y hacer humor con ello, para hacernos reflexionar a través de la parodia y, sobre todo, reírnos un poco.

Si en El Adivino se nos hablaba de la tendencia que tenemos a "querer creer" lo que lo que nos es grato, y en Obélix y Compañía de la ambición desmedida que se nos puede despertar si hay un detonante que nos haga desear ser más que los otros, aquí, Fabcaro nos propone reflexionar sobre si puede o no cambiarnos la vida nuestra actitud ante las adversidades. ¿Puede un legionario romano recibir de buen grado los mamporros de Obélix? leyendo el libro lo sabréis...

Pero en toda aventura de Astérix que se precie, hace falta, además de un motor, un giro de guión que desencadene la aventura. Y aquí lo hay. Sin hacer spolier, puedo contar que, en un momento dado, Astérix y Obélix han de iniciar un viaje para arrebatar a una persona de la aldea las garras de los romanos y desbaratar así el plan de éstos. 

Además del tema principal que hemos señalado, hay otros temas transversales que enriquecen la historia, como es el caso del clasismo, personalizado en Homeopátix, el hermano de Karabella, y su mujer Galantina, que debutaron en Los laureles del César y que aquí se recuperan con total eficacia.

La critica al esnobismo del arte moderno, que nos recuerda a Astérix y el Caldero con su referencia al teatro del absurdo, aquí está presente a través de la innovación por la innovación en la pintura y la escultura.

Los anacronismos, habituales en la saga y que siempre nos despiertan una sonrisa, tampoco faltan aquí: medios de transporte modernos como los patinetes  y el AVE hacen su aparición en las vías urbanas de Lutecia y las vías interurbanas  de la Galia respectivamente.


Por último, el amor. En Astérix legionario, estuvimos frente a un enamoramiento a primera vista, que era a la vez un amor imposible. Aquí, se trata de un amor consolidado, el de una pareja de largo recorrido, dos esposos a los que hemos visto discutir infinidad de veces y que en este caso sufren una profunda crisis, pero que, inexorablemente, se quieren, como puede verse a las claras al final de la aventura. (Nótese la diferencia del banquete del final con los habituales, pues aquí las parejas disfrutan unidas de la cena).

De todo esto, se concluye que mi opinión personal sobre el guión de Fabcaro es que es un gran debut, que recupera elementos de la época clásica con acierto. Pero ¿Qué hay del dibujo de Conrad? Desde que cogió el relevo de Uderzo, nos tiene acostumbrados a un nivel espectacular y a una casi perfecta imitación del estilo del maestro. Sin embargo, hay en esta entrega algo que hasta ahora no he oído comentar: una leve evolución de su lenguaje gráfico, con recursos más propios, fundamentalmente en el modo de deformar los rostros de los personajes en determinadas ocasiones para acentuar una determinada expresión. A continuación ofrezco algunos ejemplos.

En suma, un Astérix recomendable,  con el que pasar un divertido rato de lectura, y que merece que le reservemos un hueco en nuestra estantería, al lado de los clásicos.

¡LARGA VIDA A ASTÉRIX, POR TUTATIS!

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