Adler, las aventuras del piloto Adler von Berg creadas por el dibujante y guionista René Sterne con color de su esposa, también dibujante, Chantal Spiegeleer, se prolongaron durante diez álbumes y un volumen complementario, fuera de serie, Noël en Malaisie, de tan solo 21 páginas. En 2008 Adler fue agrupada en dos tomos integrales por Le Lombard, posteriormente publicados en castellano por Ponent Món.
La serie está ambientada en el continente de Oceanía, al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía permitía un enfoque de aventura clásica, plagada de peligros naturales, piratas a bordo de juncos y tesoros a la vuelta de cada página. Está protagonizada por Adler, piloto de la Luftwaffe cuyo nombre -en alemán, águila- se diría tomado de la revista oficial del Ejército del Aire alemán, Der Adler. Miembro de la nobleza, reconocido as de la aviación, Adler se presenta a un compatriota como un desertor, decisión que tomó avanzada la contienda para desmarcarse de las órdenes de Adolf Hitler. Protagonismo, por otra parte, compartido con Helen Peach, su pareja en los episodios iniciales.
La serie arrancó en 1985 en el seno de la revista Tintin, aunque, a pesar de que su protagonista era un piloto, no venía a ocupar el sitio de Dan Cooper, la serie de aviación de la cabecera por antonomasia. Más bien, se trataba de una apuesta por la aventura con el grafismo de la nueva línea clara abrazado de forma radical. En España la serie quizá no tiene la reputación que merece por no haberse publicado puntualmente, cuando, en verdad, reunía méritos suficientes para haber visto la luz, por ejemplo, en una revista como Cairo, el neotebeo, adalid de la nueva línea clara gracias a propuestas como La red Madú o Dossier Harding.
Páginas escogidas (primer y segundo álbum, pinchad para ampliar).
El primer álbum, El avión del Nanga, mantiene esa radicalidad, todavía con una expresividad titubeante en cuanto a los personajes, compensada con ese aire de modernidad que se antoja incólume al paso del tiempo. De gran ambición narrativa al menos en cuanto a découpage, a razón de nueve u once viñetas por página, la estructura descansa en las peripecias que conllevan los desplazamientos de un escenario a otro y a las tensiones que introducen un potentado holandés, unos piratas y una princesa destronada. El segundo álbum, La guarida del Katana, gana en soltura, cierra la aventura abierta en el volumen anterior y en las últimas páginas los escenarios van desmarcándose de la línea clara, al moldear el volumen de los objetos y de la orografía.
El tercer álbum, Muerte transit, al ubicarse en el norte de México, pierde parte del aliento exótico de la serie y ofrece una ristra de tópicos que no acaban de estar bien servidos e hilvanados. En paralelo, el apartado gráfico asienta las intuiciones ya formuladas al final de la aventura anterior y adquiere de forma definitiva un estilo que Sterne ya no abandonará: personajes principales delineados con escasos trazos, herederos de la línea clara, alternados con secundarios que rayan en la caricatura, poblando unos escenarios que no rehuyen la profundidad.
Última misión, el cuarto álbum, vuelve a por sus fueros y localiza la acción al norte de Birmania, pone en valor el mundo de la aviación, germen al fin y al cabo de la propia serie, y recupera y acentúa los ecos de la Segunda Guerra Mundial sobre los restos de un bombardero de la USAF.