Benôit Peeters, en su obra “Le monde d´Hergé”, mencionaba tres películas en las que apreciaba
puntos en común con “Las Aventuras de
Tintín”: “Cortina rasgada”, de Alfred Hitchcock”, “En busca del arca perdida” de Steven Spielberg y “El hombre del Río” de Philippe
de Brocca. En este blog ya hemos emparentado en más de una ocasión las obras de Hergé y Hitchcock,
(incluso escribí y dibujé un comic sobre el tema). El paralelismo entre Tintín e Indiana Jones también surgió aquí,
con ocasión del estreno del filme de Spielberg
Pues bien, hoy le toca el turno a “El hombre de Río”, película que mi amigo Mirphiss tuvo la amabilidad de regalarme el pasado 10 de marzo en
el Encuentro Tintinófilo.(Gracias de nuevo!!)
“EL HOMBRE DE RIO”
(L´homme de Rio”) es un coproducción franco-italiana de 1964, dirigida por Philippe de Broca y protagonizada por Jean-Paul Belmondo y Francoise Dorleac.
Para abrir boca leamos la sinopsis (fuente:
Hispacine/terrorfantastico) a ver qué nos sugiere :
“Sinopsis;
Adrien Dufourquet, un soldado francés, está a punto de pasar los 8 días de
permiso más movidos que podía imaginar. Mientras se dirige a París para visitar
a su novia, se produce el robo de una estatuilla de origen amazónico en el
Museo del Hombre de la capital francesa. Los ladrones, además, se llevan a la
novia y al profesor Chatillón, que participó en la expedición que halló el
objeto. Cuando Adrien aterriza en París tiene que seguir el rastro de los
secuestradores hasta Río, Brasilia y el corazón del Amazonas.”
Hum… ¿Una
expedición al Amazonas? ¿El robo de una estatuilla de origen precolombino en un
museo? ¿El secuestro de un profesor?
Esto me es familiar…Démosle al PLAY…
Lo primero que
nos llama la atención es el aroma seséntico, ya desde el arranque, con un aire
a Las naranjas azules, incluyendo la música. La presentación tiene bastante
aire de misterio, pero enseguida percibimos en las primeras escenas un tono más
bien de comedia. Esto es algo característico de toda la película, como también
lo es de Tintín: la combinación de comedia y suspense , el hermanamiento de humor y aventura.
Los gags, curiosamente, me han hecho pensar en
los comics francobelgas que he leído desde niño, más que recordarme a las
películas de la época que he visto, en su mayoría norteamericanas. Un ejemplo:
hay una escena en que el protagonista,
para lograr entrar en la zona de embarque del aeropuerto, lo hace empujando la
silla de ruedas de un militar retirado, suplantando a su enfermera. El militar no se da cuenta de que ha
cambiado la persona que le lleva, e incluso nuestro amigo pone voz aflautada para hacerse pasar por la enfermera.
Al aumentar súbitamente la velocidad de la silla,
el militar se muestra encantado y parece revivir su pasado glorioso,
probablemente en la
Resistencia.. "¡Esto me recuerda a Charleroi!", gtita entusiasmado. Así, una escena que en principio está planteada como de suspense acaba
haciéndonos sonreír con la inserción se este gag tan “de BD”.
Pero vamos con
los paralelismos propiamente tintinescos:
El robo de un
fetiche de una antigua civilización precolombina en el Museo nos hace pensar inmediatamente
en “La oreja rota”, máxime cuando se hace referencia a una tribu imaginaria,
los maltecas, tal como hizo Hergé al inventar para la ocasión a los arumbayas.
La estatuilla, además, tiene un valor mayor del que parece, debido a algo que oculta en
su interior, exactamente igual que el fetiche arumbaya de Tintín.
Y de “La oreja
rota” a “El secreto del Unicornio”. Atención: existen tres estatuillas iguales,
cada una de las cuales esconde un pequeño pergamino. Por separado, los
pergaminos no significan nada, pero superpuestos a la luz revelan el secreto de
la ubicación de un fabuloso tesoro… ¿Les suena?
Las personas
que participaron en la expedición al Amazonas en la que se encontraron los
idolitos están en el punto de mira de los malos de la historia: esta vez la
trama nos remite a “Las 7 bolas de cristal”. El secuestro de una persona
allegada al protagonista (en este caso su novia, hija de uno de los expedicionarios) es el detonante de un inesperado viaje al Amazonas
para liberarla, tal como ocurriera al final de las 7 bolas con el rapto de Tornasol dando pie a su
continuación, “El Templo del Sol”.
A otra escena
de este último álbum también nos remite la película, cuando el protagonista
entra a escondidas por la noche en el barco donde tienen secuestrada a su
amiga, como hizo Tintín en esa escena mítica donde se despeina el mechón, (que
como ya he dicho alguna vez, es una de mis preferidas de toda la serie).
En otro momento del filme se puede ver a Adrián desesperado viendo cómo los malos se llevan a su novia en un
hidroavión, sin darle tiempo a evitarlo.Esto me recuerda a la escena de “El
asunto Tornasol” en la que se llevan al profesor en helicóptero junto al lago delante de las narices de Tintín y
Haddock.
Para terminar
pongo algunos paralelismos más, ilustrados con fotos de la película y viñetas de Hergé.
El protagonista
toma prestada una moto con idéntico desparpajo a como lo hiciera Tintín en “El
Cetro de Ottokar”
Adrián no duda
en pasar de una habitación a otra del edificio por la fachada, como en la
inolvidable escena de “Tintín en América”.
Adrián toma prestado un avión, a la desesperada, en mitad de una
persecución, emulando la hazaña del reportero en Syladavia, también en "El cetro de Ottokar"
En general, y tal como quizá se intuye a través de los ejemplos que he ido poniendo, diría que la
manera como van sucediendo las cosas en la película y el modo como va fluyendo la historia, tienen
bastante que ver con lo que ocurre en los comics de Tintín. Conclusión: en mi opinión, Benôit Peeters, una vez más, tenía razón.
Una película divertidísima. El cine de acción europeo/francés de los 60/0, un tipo de cine a reivindicar.
ResponderEliminarMuy bien visto. Añadiría la escena de los cocodrilos (tomada de Tintín en el Congo) y la del intento de poner la capota al coche bajo la lluvia (de Las siete bolas de cristal).
ResponderEliminarGracias por las aportaciones!
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