A diferencia de varias series "olvidadas" que hemos tratado por aquí, no es difícil hoy encontrar informacion (y álbumes en las librerías) de la serie "El Escorpión" de Desberg y Marini. Sin ser especialmente fan de las aventuras de espadachines, esta serie me ha resultado muy interesante. Me enteré de su existencia caminando por Bruselas y encontrándome uno de esos espectaculares murales con motivos de personales de comic que decoran las medianerías de toda la ciudad (de los que ya hablaremos por aquí), dedicado a su protagonista, y que reproduzco en la foto. Poco después me recomendó su lectura mi compañero y sin embargo amigo Enrique(al que saludo desde aquí) y Ahora estoy leyendo los álbumes que ha editado NORMA en castellano, en una edición muy cuidada, por cierto, que da gusto leer.La historia del llamado Escorpión, un hombre cuya muerte ha sido ordenada por un poderoso cardenal de Roma, pero que vende cara su piel, da pie a persecuciones y escaramuzas en la mejor tradición de las novelas de capa y espada. Una peligrosa a la vez que atractiva asesina a sueldo y envenenadora lleva unida su supervivencia a la muerte del Escorpión. El amigo va sobrado, permitiéndose soltar bromas e ironías mientras deja fuera de combate a sus enemigos, también de acuerdo a la tradición. Dibujo y guión se acompañan perectamente entre sí. El guión de Desberg combina, creo yo que bien, la pura aventura con la descripción del telón de fondo histórico de la época, con las luchas de poder del Vaticano, los pactos entre familias poderosas, etc. Las ilustraciones de Enrico Marini van más allá de ser eficaces viñetas, son verdaderas obras de arte, y la "puesta en página", como dirían los franceses, es espectacular. A pesar de la belleza de los escenarios que refleja (la Roma de la época), Marini no se recrea en ellos más de la cuenta, sino que su dibujo está siempre al servicio de lo que se narra, como debe ser, y en ningún momento se pierden el movimiento ni el ritmo de la historieta.
lunes, 30 de marzo de 2009
viernes, 27 de marzo de 2009
Escuela de la historieta(2):LOS TRES POLICÍAS
Antes de "X-4, Andrés y Bruno, los polis del XXI", fueron "los tres policías". Los creé en pleno auge de la primera trilogía de "La Guerra de las galaxias" y tras tragarme series como "espacio 1999" o "La fuga de Logan". Roberto, Adolfo y el pequeño robot RP28, claramente inspirado en R2-D2, querían ser una versión humorística de todo ese mundo, y conocieron dos historias largas, hechas con técnicas caseras. Aquí presento a los personajes con sus fisonomías primitivas en un gag de una página de aquella época, la última etapa de "la escuela de la historieta", con guión de mi hermano Rafa. Como expliqué, estos personajes sufrirían después una transformación, siendo "mortadelizados" para el concurso "gran premio mortadelo" de Bruguera. (ver entrada:http://miscomicsymas.blogspot.com/2009/03/el-concurso-gran-premio-mortadelo-de.html)
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jueves, 26 de marzo de 2009
fallece Salvador Vázquez de Parga
Según informa http://www.lacarceldepapel.com/ :
ha fallecido Salvador Vázquez de Parga, uno de los grandes teóricos de la historieta y de la cultura popular de este país. Autor de obras tan importantes como Los comics del franquismo (Planeta, 1980), las monografías sobre Alex Raymond, Emilio Freixas y Harold Foster que editó Toutain, o Los tebeos de aventuras en 200 portadas (Glénat, 1999) y de centenares de artículos en revistas.
Desde aquí quiero rendirle homenaje, recordando su artículo "Franquin, Spirou y compañía"que en su día escribió en el número 5 de la revista CAIRO, y que figura entre esos cuatro o cinco escritos sobre historietas que más huella me han dejado a lo largo de los años. A continuación reproduzco íntegramente el texto de aquel espléndido artículo. ¡Hasta siempre, maestro!
Franquín, Spirou y Compañía
Autor: Salvador Vázquez de Parga© Norma Ediorial, 1.982ISBN 84-85475-08-9
Este articulo fue publicado originariamente en la revista CAIRO número 5.El fantasma de Tintín flota insistentemente sobre las páginas de esta revista desde su primer número. Tintín, como personaje y como semanario infantil, ha tenido en Europa su más encarnizado rival en Spirou, y hasta el momento pocos se han ocupado aquí de Spirou. Quizá todo viene de que mientras nuestro país ha gozado desde los años 50 de la presencia continuada del niño bobalicón de los pantalones de golf y el pelo tieso, y con él han crecido varias generaciones, Spirou, el botones listo del flequillo levantado y los botines blancos, ha pasado fugazmente por estas latitudes en varias ocasiones, sin llegar a asentar definitivamente sus reales. Y, sin que sirva en absoluto de menosprecio para el primero, algunos prefieren al segundo.
Es comprensible, sin embargo, que Spirou no haya ocasionado en la juventud española tan abundantes neuras como Tintín. Y no es porque no haya creado a su alrededor un universo mágico y maravilloso al menos tan atractivo como el de éste. Seguramente su ausencia le ha perjudicado, y sólo en los últimos anos sesenta, cuando sus álbums podían encontrarse en las librerías, consiguió cierto número de fans. Después, sus aventuras publicadas en revistas como Strong, Cavall Fort o Spirou, no despertaron demasiado interés, porque sólo la completa lectura de cada historia, como una unidad, en la forma de álbum o comic-libro en que está concebida, permite la captación de ese mundo fascinante, del espíritu de Spirou y de los fantásticos detalles de sus hazañas.
Y si decir Tintín equivale a hablar de Hergé, la idea de Spirou no puede desligarse de Franquín. Franquín, sin embargo, no creó a Spirou. Otros antes que él, le habían infundido vida. Pero Spirou es Franquín, porque ni Rob-Vel ni Jijé, sus antecesores, le dieron el aspecto y la personalidad con que le conocemos, su aspecto y su personalidad definitivos.
Todo empezó en 1946. Entonces el joven Franquín se dedicaba a los dibujos animados y de vez en cuando publicaba además algún dibujo en la revista Le Moustique bajo la influencia, como todo dibujante belga que se precie, del maestro Hergé. Spirou, nacido en 1938 en el semanario al que da nombre, había sido transferido desde la guerra a otro gran maestro del cómic belga, Joseph Gillian, alias Jijé, y un buen día éste, cansado del personaje, decidió dedicarse a otros menesteres dejando la mascota de la revista en manos de ese recién llegado que se llamaba André Franquín. Al principio, éste intentó seguir el estilo gráfico de su antecesor, pero en seguida se despegó de él sin desdeñar por ello su influencia.
Spirou era entonces el pequeño botones de la casa editora de su propio semanario, protagonista de aventuras no demasiado largas y no demasiado interesantes. Casi desde su nacimiento colocaron a su lado a una ardilla llamada Spip, y, en tiempos de Jijé, se le añadió un compañero, Fantasio, joven reportero del periódico de Spirou. Con el tiempo, Spirou y Fantasio formarán la pareja perfecta; sus caracteres se complementan y ambos comparten el papel protagonístico sin subordinación de uno a otro, aunque Spirou sigue siendo el originario titular. Franquín asume los personajes y crea a su alrededor un mundo extraordinario y sugestivo que marca su verdadera personalidad, un ambiente maravilloso y fascinante del que ya nunca podrán sustraerse, y cuando abandone la serie en 1968, irremisiblemente Spirou y Fantasio se precipitarán por un pronunciado declive al no hallar en ese mundo, ya desaparecido, en el espíritu y el soplo de Franquín, una base firme para asentar su aventura.
De su mente y de su pluma salió todo el universo de Spirou y Fantasio. El fue quien dio a los héroes su completa imagen actual: comenzó por trivializar la profesión de Spirou convirtiéndolo en solo un joven aventurero, aunque conservando, eso sí, el uniforme que le había caracterizado. El creó a Pactme Héggésippe Adelard Ladislas, conde de Champignac, noble arruinado, micólogo e inventor de las píldoras Camaleón, capaces de variar un número infinito de veces la pigmentación de la piel, del Metomol, un vapor que licua los más duros metales, del gas soporífero, cuyos efluvios pueden dormir a todos los habitantes de una ciudad, y de tantos y tantos prodigios de laboratorio. Y naturalmente fue también quien imaginó todo el pueblo de Champignac, con el castillo del conde, con su alcalde ególatra y discurseador, con M. Dupilon, el omnipresente borrachín, con el granjero Gustavo y con todos los personajes episódicos que dan vida a la pequeña ciudad de la campiña. Allí se desarrollan muchas de las aventuras de Spirou, allí acuden casi siempre los malvados que quieren raptar o aniquilar a su amigo el conde. Pero en múltiples ocasiones Spirou y Fantasio se trasladan a otros lugares, al corazón de África, a un ignoto país centroeuropeo, a la India misteriosa o a Palombia, situado en las selvas sudamericanas. Es precisamente en Palombia donde Spirou y Fantasio encuentran al Marsupilami, probablemente el más genial de los hallazgos de Franquín. Como se sabe, el Marsupilami es un extraño animal, un fenómeno de la naturaleza, mezcla de simio, felino y marsupial, de piel amarilla moteada de negro y larguísima cola que admite usos muy variados; es anfibio y emite un extraño sonido que se traduce onomatopéyica mente por "Huba";, e incluso en una ocasión se le concedió el don de repetir las últimas palabras que había oído. Un animal extraordinario que dio pie a Franquín para concebir una de las más bellas fábulas animalescas, "El nido de marsupilamis", la poesía hecha cómic como sólo podía entenderlo un poeta e historietista fuera de lo común.
Por lo demás Spirou es aventura, pero aventura humorística. Sus guiones están extremadamente cuidados por el propio Franquín y sus colaboradores. Una aventura plagada de gags ingeniosísimos, de fantasía y realidad, de ternura e inocencia, de parodia y caricatura, y siempre con cierta tendencia a lo absurdo, a la sátira y a la ironía. Pero en definitiva, aventura que potencia la libertad de nuestros héroes para luchar contra la injusticia, contra los malos si es que malos puede llamarse a sus antagonistas. Porque en el mundo de Spirou, en el mundo de Franquín, el mal integral no tiene cabida; por eso los malvados, sus oponentes, son solamente grandes fracasados movidos por la envidia, por la ambición o simplemente por el ansia de destacar o de mejorar. En el fondo son sólo unos infelices con terrible apariencia, poca conciencia y mala suerte. Antológica es en este punto la aparición del verdugo Kilikil que tortura a Fantasio escribiendo sobre una pizarra con una tiza chirriante. Y curiosamente los nombres de los grandes malvados, de quienes en algún momento fueron enemigos de Spirou, tienen la Z como inicial nefasta, rememorando en sentido contrario el famoso signo de El Zorro. Así Zabaglione, el director de circo que quiso robar el Marsupilami, Zantafio, el primo malo de Fantasio que llegó a ser dictador de Palombio (cuyas traducciones al catalán y al castellano fueron retiradas precipitadamente del mercado) y Zorglub, el compañero de estudios de Pacomio de Champignac, frustrado por su soledad y creador de un imperio clandestino.
Pero el atractivo de las aventuras de Spirou no sólo reside en el interés que emanan sus divertidos guiones. Estamos ante una atmósfera especial, ante un clima de irrealidad y maravilla que sólo puede ser captado por el dibujo. Y Franquín en esto se revela desde el primer momento como uno de los artistas de mayor talla del cómic europeo. Lógicamente, en los años que dedicó a Spirou su estilo evolucionó notablemente, y cada paso de esa evolución suponía un nuevo logro en su técnica narrativa, un perfeccionamiento en su grafismo, un nuevo componente de su personalidad creadora. Su medio es, desde luego, la caricatura, una caricatura al principio simple y sencilla que sigue las influencias de los grandes maestros belgas. Pero a medida que Franquín se confía al medio, la caricatura se expande, se amplía y abarca absolutamente toda la historieta, porque Franquín, hábil creador de ambientes, caricaturiza también éstos con su pluma y distorsiona la realidad de las cosas, de los objetos, de los animales, exagerando cada vez más sus rasgos esenciales exactamente pormenorizados.
Uno de los mayores atractivos de sus comics es precisamente esa caricatura ambiental, la caricatura de las calles, de las casas, de las señales de tráfico, de los parques, de los muebles, de los decorados hasta en sus menores detalles. Porque esa es una manera de aprehender las cosas: describiéndolas gráficamente de manera minuciosa y a la vez exagerada. Notable es su caricatura de automóviles practicada después por muchos dibujantes belgas; no se trata de inventar tipos de coches ni de dibujar automóviles de memoria; se trato de caricaturizar los modelos reales que se hallan en el mercado, los nuevos y viejos modelos que circulan diariamente por las carreteras, sin que ello sea obstáculo para la invención de tipos súper avanzados, como el turboauto de Fantasio o de ingenios aéreos desconocidos si conviene a la narración. Y esa caricatura se extiende si es necesario a los modelos de aviones, de embarcaciones y de máquinas y artefactos de cualquier clase. Es realmente una pintura naturalista de las cosas, distorsionada sólo por la genial visión caricaturesca de Franquín.
Y, ?qué decir de las caricaturas de animales? Franquín sabe poner en ellas toda su ternura, todo su cariño y todo su candor. Y no sólo en los animales obligados: en el Marsupilami, único fruto de su imaginación en este terreno, en Spip, un poco abandonado desde que nació el anterior. También en los que capta ocasional o casualmente. Un perro, una vaca, una gallina, son tan graciosos y sugerentes como una fábula clásica.
A partir de Franquín son muchos los historietistas franco-belgas que han practicado la caricatura de los objetos. Porque Franquín hace ya años creó escuela, la que ha venido a llamarse escuela de Marcinelle, adoptando el nombre de la ciudad donde se edita el semanario Spirou. Muchos artistas coetáneos suyos se han dejado influir por su exuberante estilo siempre cambiante, siempre en pleno desarrollo sin perder la línea fundamental. Algunos lo han asimilado derivándolo hacia directrices personales, otros, peor dotados, han seguido paso a paso la propia evolución del maestro.
La línea clara, típicamente belga, que en un principio cultivaba Franquín fue oscureciéndose con el tiempo al aceptar el claroscuro como componente de su lenguaje, Pero sólo en los últimos álbums de Spirou se deja notar esta variación, porque con la penúltima aventura de Spirou, termina Franquín una etapa de su vida y de su arte para comenzar otra más vigorosa y seguir evolucionando hacia una meta desconocida.
Poco a poco Spirou iba apoderándose de Franquín. Y Franquín no quería perder su libertad de artista y convertirse en un esclavo de Spirou. Para evitarlo creó nuevos personajes, dibujó nuevas historias. Primero fue Modeste et Pompon, un retrato de costumbres al modo americano con el estilo propio de los belgas. Es sin duda la obra menor de Franquín, que apareció bajo su firma entre 1955 y 1959 en el semanario Tintín. Los gags autoconclusivos limitaban la riqueza de los decorados y la fantasía de la aventura. Su mundo era menos personal y menos atractivo que el de los otros personajes quizá por hallarse más cercano a la realidad cotidiana.
Y en 1957 la bomba Gaston. Gaston Lagaffe permite a Franquín desarrollar esas ansias de libertad que Spirou empezaba a coartarle y se convierte en una especie de vía de escape por la que paulatinamente van deslizándose sus neuras, sus fantasmas, sus obsesiones. Por su propia naturaleza los gags de Gaston aparecen también en forma autoconclusiva y nunca se han ligado en una historia más extensa. Pero es lógico, porque Gaston es un antihéroe y tal no puede protagonizar una aventura. Gaston es el muchacho de los recados de la redacción de Spirou y en ella se ha construido un mundo limitado. Es vago, inteligente, ingenuo y realmente tiene mala pata. Posee un gato loco y una gaviota amaestrada que conserva en la oficina, y es dueño de un Ford T que últimamente, para ahorrar combustible alimenta con gasógeno. Constantemente desarrolla su ingenio inventando extraños artefactos que le permitan trabajar menos; algo así como los inventos TBO modernizados. Lo que suele ocurrir es que en último momento algo falla. A Gaston esto no le importa demasiado porque en realidad a quien perjudican sus fallos es a los demás a las personas que se hallan a su alrededor que cada vez son más numerosas. En este caso Franquín suple la monotonía del escenario con la aparición de personajes nuevos a cual más pintoresco. Caricaturizados en su físico y en su carácter, los personajes de Gaston desfilan por la redacción de Spirou para ser víctimas inocentes de las meteduras de pata del joven meritorio. Fantasio era al principio su superior inmediato y, en compensación, Gaston asomó esporádicamente en alguna aventura de Spirou. El mundo de Gaston, con todo el simbolismo que ello encierra, se expande hacia su interior ensanchando incesantemente la aparente estrechez de sus límites. Y esto sí es un verdadero desafío a su autor que ha de utilizar toda su fantasía para poder llegar a las más disparatadas situaciones.
Gaston ha sido quizá el personaje preferido de Franquín porque es su propia caricatura, no lo ha heredado de nadie, como ocurrió con Spirou, y lo ha modelado a su antojo. Y una vez abandonado Spirou, volcó en Gaston toda su voluntad. Por eso en Gaston se detecta mejor la evolución última del arte y del alma de Franquín, su pérdida de la ingenuidad y el inicio de su pesimismo. El grafismo adquiere más y más relieve, las manchas negras cobran importancia, los trazos se multiplican en una especie de caricatura del barroquismo. Los fantasmas de Franquín van apareciendo: los monstruos, las siluetas negras, el obispo revestido que pasea por algunas viñetas, todo lo que marcará su última etapa.
Porque Franquín en 1973 se encontró a las puertas de la muerte, víctima de un infarto, y esto hizo cambiar sus perspectivas del mundo y de la vida. Un cambio que aparece evidente en su obra. Franquín deja entonces de ser un niño y duda de si lo que le rodea vale la pena, de si el camino recorrido sirvió para algo. Se vuelve pesimista, pero no por ello pierde su alegría, lo que ocurre es que ahora se ríe de otras cosas, su humor es más profundo y menos candoroso.
Y sin abandonar a Gaston, en 1977 se lanza a una nueva empresa. Junto con el guionista Yvan Delporte, intento, dentro de Spirou, un periódico distinto donde cada colaborador se expresa libremente sin la censura del editor. Allí se inician las Ideas Negras y allí Franquín pone de manifiesto una vez más su genio en una cosa tan simple como es el rótulo del periódico, +Le Trombone Illustré;, cambiante en cada número. Ya anteriormente la viñeta semanal que ilustraba la portada de Spirou para presentar al personaje de la semana, había sido elocuente; en ella las obsesiones de Franquín afloraron paulatinamente, si bien pasaron desapercibidas a gran número de lectores. Nuevamente en ella los monstruos, los personajes extraños, deformes o terroríficos hicieron su aparición periódica. Unos monstruos que Franquín aumentará y adornará en dibujos no comerciales realizados para fanzines y recogidos luego en un volumen.
Y finalmente, hasta ahora, las Ideas Negras. De Le Trombone Illustré pasaron a Fluide Glacial, la revista de Gotlib. Las Ideas Negras son lógicamente ideas humorísticas, humor negro puro. Pero a la vez las Ideas Negras introducen una nueva técnica gráfica basada en las manchas. Con el antecedente de las antiguas siluetas, Franquín adopta las figuras en negro dibujando sobre ellas los detalles en blanco, lo que les confiere una sensación de relieve que las siluetas no tenían. Naturalmente el sistema admite múltiples variantes. Había sido ya ensayado en Gaston. Pero sobre todo la técnica del negro ha significado una vez más un portentoso avance en el arte de Franquín que ahora ha terminado de revelar esas grandes facultades que sólo unos pocos poseen. Con una simple mancha negra Franquín se expresa a voluntad, porque le basta esa mancha negra, informe a veces, para hacernos ver en ella lo que quiere. La propia mancha tiene en sí misma significado, expresión, acción e incluso sentimientos.
¿Qué más puede esperarse de Franquín, creador de ilusiones, maestro de fantasías y uno de los más grandes artistas que el cómic ha tenido?
Es comprensible, sin embargo, que Spirou no haya ocasionado en la juventud española tan abundantes neuras como Tintín. Y no es porque no haya creado a su alrededor un universo mágico y maravilloso al menos tan atractivo como el de éste. Seguramente su ausencia le ha perjudicado, y sólo en los últimos anos sesenta, cuando sus álbums podían encontrarse en las librerías, consiguió cierto número de fans. Después, sus aventuras publicadas en revistas como Strong, Cavall Fort o Spirou, no despertaron demasiado interés, porque sólo la completa lectura de cada historia, como una unidad, en la forma de álbum o comic-libro en que está concebida, permite la captación de ese mundo fascinante, del espíritu de Spirou y de los fantásticos detalles de sus hazañas.
Y si decir Tintín equivale a hablar de Hergé, la idea de Spirou no puede desligarse de Franquín. Franquín, sin embargo, no creó a Spirou. Otros antes que él, le habían infundido vida. Pero Spirou es Franquín, porque ni Rob-Vel ni Jijé, sus antecesores, le dieron el aspecto y la personalidad con que le conocemos, su aspecto y su personalidad definitivos.
Todo empezó en 1946. Entonces el joven Franquín se dedicaba a los dibujos animados y de vez en cuando publicaba además algún dibujo en la revista Le Moustique bajo la influencia, como todo dibujante belga que se precie, del maestro Hergé. Spirou, nacido en 1938 en el semanario al que da nombre, había sido transferido desde la guerra a otro gran maestro del cómic belga, Joseph Gillian, alias Jijé, y un buen día éste, cansado del personaje, decidió dedicarse a otros menesteres dejando la mascota de la revista en manos de ese recién llegado que se llamaba André Franquín. Al principio, éste intentó seguir el estilo gráfico de su antecesor, pero en seguida se despegó de él sin desdeñar por ello su influencia.
Spirou era entonces el pequeño botones de la casa editora de su propio semanario, protagonista de aventuras no demasiado largas y no demasiado interesantes. Casi desde su nacimiento colocaron a su lado a una ardilla llamada Spip, y, en tiempos de Jijé, se le añadió un compañero, Fantasio, joven reportero del periódico de Spirou. Con el tiempo, Spirou y Fantasio formarán la pareja perfecta; sus caracteres se complementan y ambos comparten el papel protagonístico sin subordinación de uno a otro, aunque Spirou sigue siendo el originario titular. Franquín asume los personajes y crea a su alrededor un mundo extraordinario y sugestivo que marca su verdadera personalidad, un ambiente maravilloso y fascinante del que ya nunca podrán sustraerse, y cuando abandone la serie en 1968, irremisiblemente Spirou y Fantasio se precipitarán por un pronunciado declive al no hallar en ese mundo, ya desaparecido, en el espíritu y el soplo de Franquín, una base firme para asentar su aventura.
De su mente y de su pluma salió todo el universo de Spirou y Fantasio. El fue quien dio a los héroes su completa imagen actual: comenzó por trivializar la profesión de Spirou convirtiéndolo en solo un joven aventurero, aunque conservando, eso sí, el uniforme que le había caracterizado. El creó a Pactme Héggésippe Adelard Ladislas, conde de Champignac, noble arruinado, micólogo e inventor de las píldoras Camaleón, capaces de variar un número infinito de veces la pigmentación de la piel, del Metomol, un vapor que licua los más duros metales, del gas soporífero, cuyos efluvios pueden dormir a todos los habitantes de una ciudad, y de tantos y tantos prodigios de laboratorio. Y naturalmente fue también quien imaginó todo el pueblo de Champignac, con el castillo del conde, con su alcalde ególatra y discurseador, con M. Dupilon, el omnipresente borrachín, con el granjero Gustavo y con todos los personajes episódicos que dan vida a la pequeña ciudad de la campiña. Allí se desarrollan muchas de las aventuras de Spirou, allí acuden casi siempre los malvados que quieren raptar o aniquilar a su amigo el conde. Pero en múltiples ocasiones Spirou y Fantasio se trasladan a otros lugares, al corazón de África, a un ignoto país centroeuropeo, a la India misteriosa o a Palombia, situado en las selvas sudamericanas. Es precisamente en Palombia donde Spirou y Fantasio encuentran al Marsupilami, probablemente el más genial de los hallazgos de Franquín. Como se sabe, el Marsupilami es un extraño animal, un fenómeno de la naturaleza, mezcla de simio, felino y marsupial, de piel amarilla moteada de negro y larguísima cola que admite usos muy variados; es anfibio y emite un extraño sonido que se traduce onomatopéyica mente por "Huba";, e incluso en una ocasión se le concedió el don de repetir las últimas palabras que había oído. Un animal extraordinario que dio pie a Franquín para concebir una de las más bellas fábulas animalescas, "El nido de marsupilamis", la poesía hecha cómic como sólo podía entenderlo un poeta e historietista fuera de lo común.
Por lo demás Spirou es aventura, pero aventura humorística. Sus guiones están extremadamente cuidados por el propio Franquín y sus colaboradores. Una aventura plagada de gags ingeniosísimos, de fantasía y realidad, de ternura e inocencia, de parodia y caricatura, y siempre con cierta tendencia a lo absurdo, a la sátira y a la ironía. Pero en definitiva, aventura que potencia la libertad de nuestros héroes para luchar contra la injusticia, contra los malos si es que malos puede llamarse a sus antagonistas. Porque en el mundo de Spirou, en el mundo de Franquín, el mal integral no tiene cabida; por eso los malvados, sus oponentes, son solamente grandes fracasados movidos por la envidia, por la ambición o simplemente por el ansia de destacar o de mejorar. En el fondo son sólo unos infelices con terrible apariencia, poca conciencia y mala suerte. Antológica es en este punto la aparición del verdugo Kilikil que tortura a Fantasio escribiendo sobre una pizarra con una tiza chirriante. Y curiosamente los nombres de los grandes malvados, de quienes en algún momento fueron enemigos de Spirou, tienen la Z como inicial nefasta, rememorando en sentido contrario el famoso signo de El Zorro. Así Zabaglione, el director de circo que quiso robar el Marsupilami, Zantafio, el primo malo de Fantasio que llegó a ser dictador de Palombio (cuyas traducciones al catalán y al castellano fueron retiradas precipitadamente del mercado) y Zorglub, el compañero de estudios de Pacomio de Champignac, frustrado por su soledad y creador de un imperio clandestino.
Pero el atractivo de las aventuras de Spirou no sólo reside en el interés que emanan sus divertidos guiones. Estamos ante una atmósfera especial, ante un clima de irrealidad y maravilla que sólo puede ser captado por el dibujo. Y Franquín en esto se revela desde el primer momento como uno de los artistas de mayor talla del cómic europeo. Lógicamente, en los años que dedicó a Spirou su estilo evolucionó notablemente, y cada paso de esa evolución suponía un nuevo logro en su técnica narrativa, un perfeccionamiento en su grafismo, un nuevo componente de su personalidad creadora. Su medio es, desde luego, la caricatura, una caricatura al principio simple y sencilla que sigue las influencias de los grandes maestros belgas. Pero a medida que Franquín se confía al medio, la caricatura se expande, se amplía y abarca absolutamente toda la historieta, porque Franquín, hábil creador de ambientes, caricaturiza también éstos con su pluma y distorsiona la realidad de las cosas, de los objetos, de los animales, exagerando cada vez más sus rasgos esenciales exactamente pormenorizados.
Uno de los mayores atractivos de sus comics es precisamente esa caricatura ambiental, la caricatura de las calles, de las casas, de las señales de tráfico, de los parques, de los muebles, de los decorados hasta en sus menores detalles. Porque esa es una manera de aprehender las cosas: describiéndolas gráficamente de manera minuciosa y a la vez exagerada. Notable es su caricatura de automóviles practicada después por muchos dibujantes belgas; no se trata de inventar tipos de coches ni de dibujar automóviles de memoria; se trato de caricaturizar los modelos reales que se hallan en el mercado, los nuevos y viejos modelos que circulan diariamente por las carreteras, sin que ello sea obstáculo para la invención de tipos súper avanzados, como el turboauto de Fantasio o de ingenios aéreos desconocidos si conviene a la narración. Y esa caricatura se extiende si es necesario a los modelos de aviones, de embarcaciones y de máquinas y artefactos de cualquier clase. Es realmente una pintura naturalista de las cosas, distorsionada sólo por la genial visión caricaturesca de Franquín.
Y, ?qué decir de las caricaturas de animales? Franquín sabe poner en ellas toda su ternura, todo su cariño y todo su candor. Y no sólo en los animales obligados: en el Marsupilami, único fruto de su imaginación en este terreno, en Spip, un poco abandonado desde que nació el anterior. También en los que capta ocasional o casualmente. Un perro, una vaca, una gallina, son tan graciosos y sugerentes como una fábula clásica.
A partir de Franquín son muchos los historietistas franco-belgas que han practicado la caricatura de los objetos. Porque Franquín hace ya años creó escuela, la que ha venido a llamarse escuela de Marcinelle, adoptando el nombre de la ciudad donde se edita el semanario Spirou. Muchos artistas coetáneos suyos se han dejado influir por su exuberante estilo siempre cambiante, siempre en pleno desarrollo sin perder la línea fundamental. Algunos lo han asimilado derivándolo hacia directrices personales, otros, peor dotados, han seguido paso a paso la propia evolución del maestro.
La línea clara, típicamente belga, que en un principio cultivaba Franquín fue oscureciéndose con el tiempo al aceptar el claroscuro como componente de su lenguaje, Pero sólo en los últimos álbums de Spirou se deja notar esta variación, porque con la penúltima aventura de Spirou, termina Franquín una etapa de su vida y de su arte para comenzar otra más vigorosa y seguir evolucionando hacia una meta desconocida.
Poco a poco Spirou iba apoderándose de Franquín. Y Franquín no quería perder su libertad de artista y convertirse en un esclavo de Spirou. Para evitarlo creó nuevos personajes, dibujó nuevas historias. Primero fue Modeste et Pompon, un retrato de costumbres al modo americano con el estilo propio de los belgas. Es sin duda la obra menor de Franquín, que apareció bajo su firma entre 1955 y 1959 en el semanario Tintín. Los gags autoconclusivos limitaban la riqueza de los decorados y la fantasía de la aventura. Su mundo era menos personal y menos atractivo que el de los otros personajes quizá por hallarse más cercano a la realidad cotidiana.
Y en 1957 la bomba Gaston. Gaston Lagaffe permite a Franquín desarrollar esas ansias de libertad que Spirou empezaba a coartarle y se convierte en una especie de vía de escape por la que paulatinamente van deslizándose sus neuras, sus fantasmas, sus obsesiones. Por su propia naturaleza los gags de Gaston aparecen también en forma autoconclusiva y nunca se han ligado en una historia más extensa. Pero es lógico, porque Gaston es un antihéroe y tal no puede protagonizar una aventura. Gaston es el muchacho de los recados de la redacción de Spirou y en ella se ha construido un mundo limitado. Es vago, inteligente, ingenuo y realmente tiene mala pata. Posee un gato loco y una gaviota amaestrada que conserva en la oficina, y es dueño de un Ford T que últimamente, para ahorrar combustible alimenta con gasógeno. Constantemente desarrolla su ingenio inventando extraños artefactos que le permitan trabajar menos; algo así como los inventos TBO modernizados. Lo que suele ocurrir es que en último momento algo falla. A Gaston esto no le importa demasiado porque en realidad a quien perjudican sus fallos es a los demás a las personas que se hallan a su alrededor que cada vez son más numerosas. En este caso Franquín suple la monotonía del escenario con la aparición de personajes nuevos a cual más pintoresco. Caricaturizados en su físico y en su carácter, los personajes de Gaston desfilan por la redacción de Spirou para ser víctimas inocentes de las meteduras de pata del joven meritorio. Fantasio era al principio su superior inmediato y, en compensación, Gaston asomó esporádicamente en alguna aventura de Spirou. El mundo de Gaston, con todo el simbolismo que ello encierra, se expande hacia su interior ensanchando incesantemente la aparente estrechez de sus límites. Y esto sí es un verdadero desafío a su autor que ha de utilizar toda su fantasía para poder llegar a las más disparatadas situaciones.
Gaston ha sido quizá el personaje preferido de Franquín porque es su propia caricatura, no lo ha heredado de nadie, como ocurrió con Spirou, y lo ha modelado a su antojo. Y una vez abandonado Spirou, volcó en Gaston toda su voluntad. Por eso en Gaston se detecta mejor la evolución última del arte y del alma de Franquín, su pérdida de la ingenuidad y el inicio de su pesimismo. El grafismo adquiere más y más relieve, las manchas negras cobran importancia, los trazos se multiplican en una especie de caricatura del barroquismo. Los fantasmas de Franquín van apareciendo: los monstruos, las siluetas negras, el obispo revestido que pasea por algunas viñetas, todo lo que marcará su última etapa.
Porque Franquín en 1973 se encontró a las puertas de la muerte, víctima de un infarto, y esto hizo cambiar sus perspectivas del mundo y de la vida. Un cambio que aparece evidente en su obra. Franquín deja entonces de ser un niño y duda de si lo que le rodea vale la pena, de si el camino recorrido sirvió para algo. Se vuelve pesimista, pero no por ello pierde su alegría, lo que ocurre es que ahora se ríe de otras cosas, su humor es más profundo y menos candoroso.
Y sin abandonar a Gaston, en 1977 se lanza a una nueva empresa. Junto con el guionista Yvan Delporte, intento, dentro de Spirou, un periódico distinto donde cada colaborador se expresa libremente sin la censura del editor. Allí se inician las Ideas Negras y allí Franquín pone de manifiesto una vez más su genio en una cosa tan simple como es el rótulo del periódico, +Le Trombone Illustré;, cambiante en cada número. Ya anteriormente la viñeta semanal que ilustraba la portada de Spirou para presentar al personaje de la semana, había sido elocuente; en ella las obsesiones de Franquín afloraron paulatinamente, si bien pasaron desapercibidas a gran número de lectores. Nuevamente en ella los monstruos, los personajes extraños, deformes o terroríficos hicieron su aparición periódica. Unos monstruos que Franquín aumentará y adornará en dibujos no comerciales realizados para fanzines y recogidos luego en un volumen.
Y finalmente, hasta ahora, las Ideas Negras. De Le Trombone Illustré pasaron a Fluide Glacial, la revista de Gotlib. Las Ideas Negras son lógicamente ideas humorísticas, humor negro puro. Pero a la vez las Ideas Negras introducen una nueva técnica gráfica basada en las manchas. Con el antecedente de las antiguas siluetas, Franquín adopta las figuras en negro dibujando sobre ellas los detalles en blanco, lo que les confiere una sensación de relieve que las siluetas no tenían. Naturalmente el sistema admite múltiples variantes. Había sido ya ensayado en Gaston. Pero sobre todo la técnica del negro ha significado una vez más un portentoso avance en el arte de Franquín que ahora ha terminado de revelar esas grandes facultades que sólo unos pocos poseen. Con una simple mancha negra Franquín se expresa a voluntad, porque le basta esa mancha negra, informe a veces, para hacernos ver en ella lo que quiere. La propia mancha tiene en sí misma significado, expresión, acción e incluso sentimientos.
¿Qué más puede esperarse de Franquín, creador de ilusiones, maestro de fantasías y uno de los más grandes artistas que el cómic ha tenido?
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miércoles, 25 de marzo de 2009
"GINGER", por Jidéhem
Algo oscurecida por la gran sombra del genial Franquin, está la figura de Jidéhem, colaborador del maestro durante años. Su intervención como responsable de los fondos en la serie Spirou y Fantasio arranca en "El prisionero de Buda" (o "el prisionero de los 7 budas", según las traducciones). A diferencia de otros casos, como el de Bob de Moor en Tintín, su firma sí aparece en los álbumes en los que colaboró. Su participación fue importante también en gran parte de la serie "Gaston Lagaffe". Tenía una especial habilidad para dibujar automóviles, como prueba su serie documental automovilística "Starter", en la que colaboró con Delporte. Eso nos hace pensar que probablemente El turbo-tracción , el Super Quick, el zorglóptero y otros emblemáticos vehículos de la serie Spirou y Fantasio salieron de su pluma. Sólo por esto, y por su colaboración con Walthéry en la serie "Natacha" ya merecería una mención muy especial. Pero además, Jidéhem fue prolífico en obras propias.
De ellas, lo que más nos ha llegado a España son las historias de Sofía (Sophie), andanzas de una niña muy dada a meterse en líos que conoció bastantes aventuras. Estas historietas siempre me han dejado un poco frío. Supongo que sus argumentos y la corta duración de sus historias han hecho que nunca me enganchara a ellas. Luego he sabido Jidéhem creó a Sofía huyendo de la censura de la época, que representaba un problema para compañeros como Tillieux, del que ya hemos hablado aquí, por el carácter policíaco y a veces violento de sus aventuras. Antes que Sofía, Jidéhem había creado una serie llamada Ginger, con un tipo de dibujo algo más realista que el de Sofía y que tiene más que ver con ese mundo del thriller policíaco de Gil Jourdan o Felix.Tras publicar dos álbumes de Ginger en la revista Heroïc Albums, Jidéhem ficha por Dupuis, la cual no le encargará nuevas aventuras de Ginger, por los motivos que hemos contado, hasta finales de los 70.
Ginger es un detective que se ve mezclado en asuntos oscuros, con potencias extranjeras de por medio y tipos peligrosos que crean armas sofisticadas y definitivas, similares al Axel Borg de Lefranc.Tiene una eficaz compañera, que no se para en barras, que da un contrapunto de desenfado a las historias y que recuerda bastante, tanto físicamente como por su arrojo, a la azafata Natacha(ver imágen de la página), personaje en cuyo dibujo, como hemos comentado, intervino también Jidéhem. No hemos tenido ocasión, que yo sepa, de conocer a Ginger en lengua castellana, por lo que su lectura es una atractiva asignatura pendiente para la mayoría de nosotros.
EL PEQUEÑO JUAN (2)
Los que llevéis algún tiempo en el blog ya conocéis al Pequeño Juan, personaje que creé hace tiempo, y que ahora acabo de retomar con esta nueva tira.
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martes, 24 de marzo de 2009
“EL RAYO U” de Edgar Pierre Jacobs.
¿Jacobs dibujando la continuación de las aventuras de Flash Gordon? Pues, aunque pueda parecer increíble, así ocurrió realmente. De nuevo nos encontramos ante la Historia, con mayúsculas, modificando, alterando las pequeñas historias de anónimos seres humanos. Veamos como un curioso cúmulo de circunstancias propiciaron la aparición de “El rayo U”.
En el año 1942, durante el triste período de la ocupación nazi, el “Flash Gordon” de Alex Raymond, publicado en la revista belga Bravo, fue víctima de la censura alemana. Como las planchas americanas ya no llegaban a la redacción de la revista, se encomendó a Edgar Pierre Jacobs la terminación de las aventuras del famoso héroe interplanetario de una forma más o menos plausible, para no dejar a los lectores belgas con un palmo de narices. Finalizada esta tarea de forma más que satisfactoria, los editores de Bravo, encomiendan a Jacobs la creación de una serie que imitara las aventuras de Flash Gordon, conocido en Bélgica como “Gordon l´intrepide”, sin provocar problemas con la censura alemana. Así nace en 1943 “Le rayon U” que, aunque en un principio pudiera parecer una copia de la obra de Raymond (en la primera viñeta el emperador Babylos III es calcadito a Ming, el Cruel), en seguida adquiere el toque personal del maestro bruselense. Gracias a esta historia los jóvenes lectores belgas (entre ellos Greg, según confiesa en la introducción al album editado por Editions du Lombard) podían evadirse cada semana de la triste y gris realidad de la ocupación.
El argumento nos cuenta las peripecias de un grupo de exploradores norlandinos, encabezados por Lord Calder y el profesor Marduk, en busca de un yacimiento de uradium, un nuevo y prometedor mineral, que se encuentra en el archipiélago de las islas Negras. Engañados por el infame capitán Dagon, espía al servicio de los austradianos, nuestros héroes deberán afrontar una serie de innumerables peligros, como dinosaurios, tigres de dientes de sable, serpientes, pterodáctilos, hombres- simios, ciudades subterráneas, pulpos gigantes, etc. Al final, el bien triunfa sobre el mal, tras un alarde de puro divertimento y evasión.
En “El rayo U” encontramos un preludio de las aventuras de Blake y Mortimer, que no comenzarían hasta 1946 con “El secreto del espadon”. Este aspecto embrionario lo podemos comprobar al observar los rasgos de determinados personajes. Así, el explorador lord Calder es el antepasado gráfico del capitán Francis Blake (cuyo modelo en la realidad fue el ilustrador Jacques Laudy, amigo de Jacobs), el malvado Dagon es el precedente del infame Olrik y, para mí, el sargento Mac Duff se parece a un Philip Mortimer sólo con bigote.
También hay concomitancias con albumes como “La trampa diabólica” (los dinosaurios), “El enigma de la Atlántida” (los mundos subterráneos y los pterodáctilos) o “El secreto del espadon” (el mineral que cambiará el mundo).
A pesar de su éxito "Le rayon U" no tuvo continuación “por falta de tiempo y por ganas de cambiar de género”, según confesión del propio autor (“Le monde de Edgar P. Jacobs” de Claude Le Gallo, Les éditions du Lombard).
En España, "El rayo U" se publicó a comienzos de los noventa por Ediciones Junior-Grijalbo en su colección Trazo Libre y todavía se puede conseguir por internet a un precio no excesivamente elevado.
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domingo, 22 de marzo de 2009
LAS AVENTURAS DE JO, ZETTE Y JOCKO, POR HERGÉ
En comparación con la figura de Tintín, el resto de personajes creados por Hergé palidecen inevitablemente. Este es el caso de “Las aventuras de Jo, Zette y Jocko”, serie que, sin embargo, me parece interesante y sobre la que voy soltar un pequeño rollo ( o "monográfico", que queda mejor), recogiendo el guante que tiró Joaquín líneas abajo en este blog.
La serie no nació por iniciativa de Hergé, sino como resultado de un encargo por parte de los responsables de la revista francesa “Coeurs vaillants”, la publicación católica francesa que desde 1930 publicaba las aventuras de Tintín en exclusiva para Francia. El propio Hergé nos lo cuenta en las “Conversaciones con Hergé”, de Numa Sadoul: “En la dirección de este periódico me dijeron, mas o menos, lo siguiente: “¿Sabe usted? Su Tintín no está mal, nos gusta. Pero verá: no se gana la vida, no va a la escuela, no tiene padres, no come, no duerme… esto no es muy lógico. ¿No podría crear un pequeño personaje cuyo papá trabaje, que tenga una mamá y una hermanita y un pequeño animal de compañía?...” En aquel entonces yo tenía en mi casa varios juguetes para un trabajo de publicidad y entre ellos había un pequeño mono llamado Jocko. He creado, pues, a partir de ese Jocko una pequeña nueva familia, en realidad para responder al deseo de aquellos señores de Coeurs Vaillants, diciéndome a mí mismo que quizá tenían razón.”
Y así fue como nacieron los hermanos Jo y Zette, y sus padres, el ingeniero Legrand y esposa, así como la mascota familiar, el mono Jocko. Yo creo que la aparición de Jocko es la primera licencia que se tomó Hergé. Al menos a mí me parece un poco salirse por la tangente el recoger el encargo de “familia normal con animal de compañía” poniéndoles al lado nada menos que un mono. Eso sí, luego le dio mucho juego. (aunque a mí, personalmente, nunca me ha despertado la simpatía de un Milú, o de otros animales del mundo del comic, como por ejemplo el entrañable Jolly Jumper).
Según dice Benoit Peeters en “Le monde d’Hergé”, “Hergé no se sintió jamás a gusto en esta serie, dada la cantidad de condicionantes que le venían impuestos y la artificialidad de la creación de esta familia. Mientras que la “familia de papel” de “Las aventuras de Tintín” se constituyó a lo largo de los años, como sin pensarlo, aquí había que crear de un plumazo todo un universo.”
Sin embargo, se trata de una serie que ha resistido el paso del tiempo bastante bien, en mi opinión, y que ha ido consiguiendo enganchar al público infantil de varias generaciones. Yo empecé a leerla en mi infancia y fui haciéndome con la serie completa. Y os aseguro que a esa edad, aunque me gustaba Tintín, no me movía ningún afán coleccionista por poseer todas las obras creadas por Hergé, como podría pasarme ahora, sino que fueron las aventuras en sí las que me atrajeron. Y es que existen elementos interesantes en Jo Zette y Jocko, algunos que no se encuentran en Tintín y otros que se aproximan algo más al universo del joven reportero, que me hacen volver a ellas de cuando en cuando.
Vamos a repasar un poco las tres aventuras (dos de ellas se desarrollan a lo largo de dos álbumes cada una) que conocieron los hermanos Legrand y su mascota Jocko. Entre 1936 y 1939 se publicaron las dos primeras aventuras (que corresponden a los cuatro primeros álbumes) y las 25 primeras páginas de "El valle de las cobras"(inicialmente titulada "Jo y Zette au pays du Maharadjah), que se interrumpe bruscamente al estallar la segunda guerra mundial. Se publicaron primero en "Coeurs Vaillants", en bitono(ver foto de la primera página de la serie), y después en "Le petit vingtieme", remontadas y en blanco y negro.
La serie no nació por iniciativa de Hergé, sino como resultado de un encargo por parte de los responsables de la revista francesa “Coeurs vaillants”, la publicación católica francesa que desde 1930 publicaba las aventuras de Tintín en exclusiva para Francia. El propio Hergé nos lo cuenta en las “Conversaciones con Hergé”, de Numa Sadoul: “En la dirección de este periódico me dijeron, mas o menos, lo siguiente: “¿Sabe usted? Su Tintín no está mal, nos gusta. Pero verá: no se gana la vida, no va a la escuela, no tiene padres, no come, no duerme… esto no es muy lógico. ¿No podría crear un pequeño personaje cuyo papá trabaje, que tenga una mamá y una hermanita y un pequeño animal de compañía?...” En aquel entonces yo tenía en mi casa varios juguetes para un trabajo de publicidad y entre ellos había un pequeño mono llamado Jocko. He creado, pues, a partir de ese Jocko una pequeña nueva familia, en realidad para responder al deseo de aquellos señores de Coeurs Vaillants, diciéndome a mí mismo que quizá tenían razón.”
Y así fue como nacieron los hermanos Jo y Zette, y sus padres, el ingeniero Legrand y esposa, así como la mascota familiar, el mono Jocko. Yo creo que la aparición de Jocko es la primera licencia que se tomó Hergé. Al menos a mí me parece un poco salirse por la tangente el recoger el encargo de “familia normal con animal de compañía” poniéndoles al lado nada menos que un mono. Eso sí, luego le dio mucho juego. (aunque a mí, personalmente, nunca me ha despertado la simpatía de un Milú, o de otros animales del mundo del comic, como por ejemplo el entrañable Jolly Jumper).
Según dice Benoit Peeters en “Le monde d’Hergé”, “Hergé no se sintió jamás a gusto en esta serie, dada la cantidad de condicionantes que le venían impuestos y la artificialidad de la creación de esta familia. Mientras que la “familia de papel” de “Las aventuras de Tintín” se constituyó a lo largo de los años, como sin pensarlo, aquí había que crear de un plumazo todo un universo.”
Sin embargo, se trata de una serie que ha resistido el paso del tiempo bastante bien, en mi opinión, y que ha ido consiguiendo enganchar al público infantil de varias generaciones. Yo empecé a leerla en mi infancia y fui haciéndome con la serie completa. Y os aseguro que a esa edad, aunque me gustaba Tintín, no me movía ningún afán coleccionista por poseer todas las obras creadas por Hergé, como podría pasarme ahora, sino que fueron las aventuras en sí las que me atrajeron. Y es que existen elementos interesantes en Jo Zette y Jocko, algunos que no se encuentran en Tintín y otros que se aproximan algo más al universo del joven reportero, que me hacen volver a ellas de cuando en cuando.
Vamos a repasar un poco las tres aventuras (dos de ellas se desarrollan a lo largo de dos álbumes cada una) que conocieron los hermanos Legrand y su mascota Jocko. Entre 1936 y 1939 se publicaron las dos primeras aventuras (que corresponden a los cuatro primeros álbumes) y las 25 primeras páginas de "El valle de las cobras"(inicialmente titulada "Jo y Zette au pays du Maharadjah), que se interrumpe bruscamente al estallar la segunda guerra mundial. Se publicaron primero en "Coeurs Vaillants", en bitono(ver foto de la primera página de la serie), y después en "Le petit vingtieme", remontadas y en blanco y negro.
La versión coloreada de las dos primeras historias que conocemos de los álbumes comenzó a publicarse en la revista Tintin entre 1946 y 1950, y el 30 de diciembre de 1953 comienza la publicación de la aventura inconclusa, "El valle de las cobras", que se prolongará a lo largo de todo 1954.
El rayo misterioso
En esta primera historieta nos encontramos como oponente de nuestros héroes nada menos que a un profesor loco que quiere dominar el mundo. Una figura clásica de la literatura popular, similar al Miloch o al Septimus de Blake y Mortimer, pero que sin embargo no tiene homólogo en “Las aventuras de Tintín”. El sabio tiene una guarida submarina y dispone de unos vehículos anfibios; todo ello nos recuerda inevitablemente, eso sí, a la historia que años más tarde concebiría Greg para la película “Tintín y el lago de los tiburones”.
A pesar del teórico carácter “familiar” que estaba en el origen del encargo de la serie, Hergé pronto separa a los dos chavales del ingeniero Legrand y su esposa, a quienes les toca el papel de angustiados padres sin noticias de sus hijos durante la mayor parte de la historia. Los títulos de los dos álbumes (“El Manitoba no contesta” y “La erupción del Karamako”) me parecen sugerentes, y superiores al título inicial de la historia, para mí algo soso. Las portadas, como todas las de la serie, son espléndidas. Ambas cosas pueden ser detalles menores, pero no dejan de ser lo primero que te encuentras en la librería, y que te mueve a hacerte con el álbum. Como curiosidad, vuelvo a comentar algo que ya he dicho alguna vez, el notable parecido entre la portada de “La Erupción del Karamako” y la que décadas más tarde creó Hergé (¿o fue Bob de Moor?) para “Tintín y los Pícaros".
El Stratonef H-22
Su versión en álbum comprende los tomos “El testamento de Mr. Pump” y “Destino Nueva York”. Como comenta Benoit Peeters, en esta segunda entrega la tecnología muestra un lado menos oscuro y más optimista: el origen de la historia está en el prototipo de un avión estratosférico, en el que trabaja el padre de las criaturas.
Este planteamiento hace presagiar a priori un mayor carácter familiar de la historieta, al estar involucrado más directamente en la trama el Sr. Legrand. Pero pronto los niños “desaparecen en todas direcciones”, en palabras del propio Hergé, como dos tintines pequeñitos aficionados a la aventura y que no se arredran ante las dificultades y peligros. La trama de esta historia no me dice mucho, y las situaciones que permiten que los niños tengan protagonismo (y acaben pilotando el avión que da título al relato) me resultan algo forzadas. Sin embargo, está muy bien el arranque de la historia, mostrando las particularidades del excéntrico millonario Mr. Pump y su manía por la velocidad,( la cual acaba arrastrándole a la muerte). Al no aparecer ninguno de los personajes principales de la serie, uno tiene la sensación de que esa primera escena ( de unas cinco páginas), protagonizada en exclusiva por Mr.Pump, podría ser “cortada y pegada” en cualquiera de los álbumes de Tintín de aquella época, sin desentonar en absoluto.
El Valle de las Cobras
Como comentábamos, esta historieta corrió una suerte similar a la de “Tintín en el país del oro negro”, al verse interrumpida por la guerra, para ser retomada años más tarde. En “Le monde d’Hergé” se dice que se terminó el álbum “con la activa colaboración de Jacques Martin”. Según cuenta Pierre Assouline en la biografía de Hergé (página 245), la continuación de la historia a partir de la página 26 la escriben a medias entre Hergé y Jacques Martin, pero este último es quien hace los dibujos en solitario. Sin embargo, ni Hergé ni el editor permitieron que figurase en el álbum la firma de Jacques Martin.
Como comentábamos, esta historieta corrió una suerte similar a la de “Tintín en el país del oro negro”, al verse interrumpida por la guerra, para ser retomada años más tarde. En “Le monde d’Hergé” se dice que se terminó el álbum “con la activa colaboración de Jacques Martin”. Según cuenta Pierre Assouline en la biografía de Hergé (página 245), la continuación de la historia a partir de la página 26 la escriben a medias entre Hergé y Jacques Martin, pero este último es quien hace los dibujos en solitario. Sin embargo, ni Hergé ni el editor permitieron que figurase en el álbum la firma de Jacques Martin.
Aquí, por fin, se pone en escena una aventura “en familia”. “Había que hacer viajar a toda la familia: esto era agotador”-contaba Hergé a Sadoul- “Tintín, al menos , es libre”. Una vez más, es un personaje secundario lo que más me llama la atención: el caprichoso maharadjah del Gopal (una especie de Abdallah adulto, tal como lo definió el propio Hergé). Me parece un personaje que justifica por sí solo la relectura, de vez en cuando, de “El valle de las cobras”. Sobre todo, sus episodios con Jo y Zette al principio de la aventura, en la estación de invierno, me parecen de lo más logrado de la serie, y algunos gags de esta parte del libro figuran para mi entre lo mejor de Hergé. Alguna vez se ha dicho que esta es la aventura más “tintinesca” de Jo, Zette y Jocko. Jo,aquí un poco más sensato y maduro que en las anteriores aventuras, por momentos nos recuerda a Tintín. La escena de las vacas sagradas, con un poco de ayuda del alzheimer prematuro que me aqueja, se me suele mezclar en la memoria con una escena parecida de Tintín en el Tíbet. Y lo mismo me pasa con el faquir, que se me confunde con el de El Loto Azul. Y aunque no hay capitán Haddock, está el maharadjá para dar el contrapunto cómico, que antes recaía solamente en las monerías de Jocko.
Quizá fue la confluencia del mundo de los pequeños Jo y Zette hacia el de Tintín el que hizo a Hergé abandonar la serie después de El Valle de las Cobras, como si tomase partido definitivamente por el periodista del mechón. Y muchos seguidores, pese a los buenos ratos que nos han hecho pasar los Legrand, nos alegramos, desde luego, de que así fuera.
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jueves, 19 de marzo de 2009
“LOS 4 ASES” de Georges Chaulet y François Craenhals.
Posiblemente uno de los lotes más valiosos, tanto por su valor afectivo como económico, de mi colección de tebeos, sean los nueve albumes de “Los 4 ases” (Les 4 as) publicados en nuestro país por Oikos Tau a finales de los sesenta y primeros setenta. La serie fue realizada por el guionista francés Georges Chaulet (1931) y el dibujante belga François Craenhals (1926-2004) que en la edición española y en los primeros episodios de la francesa, eran identificados con familiaridad, a todas luces excesiva, como François-Georges, sin apellidos. Originariamente los 4 ases formaron parte de una colección de libros pour la jeunesse al estilo de las de Enid Blyton, creada por Georges Chaulet.
Nos encontramos ante un cómic humorístico, dirigido a un público juvenil, protagonizado por cuatro adolescentes que desempeñan los roles estereotipados del deportista (Lástic), el empollón (Doct), el gordito comilón (Bufi) y la chica coqueta (Dina). Además, como un quinto as podemos citar al perro Oscar, aunque su protagonismo en la serie no alcanza el papel estelar de un Milou, por ejemplo.
El dibujo es el característico de la línea clara reconocible al primer vistazo, destacando los luminosos colores, la reproducción de los distintos medios de transporte (coches, trenes, barcos, aviones, naves), así como la creación de esos ambientes “confortables” tan apreciables en la escuela franco-belga. El guión es marcadamente infantil, con sucesiones de gags humorísticos generados alrededor de una trama con cierto halo de misterio. El lector adulto los puede leer con simpatía, pero difícilmente se va a ver “enganchado” por los argumentos. Es decir, se trata de una serie de humor blanco, buenista y destinada a educar deleitando, como se decía antaño.
Aunque en España sólo se publicaron los nueve episodios iniciales de la colección, en francés, editados por Casterman entre 1964 y 2007, ya van por el álbum número 43, aunque en el último ya no aparecen los dos creadores originarios.
Los nueve títulos publicados en castellano por Oikos Tau son “Los 4 ases y …”: “La serpiente de mar”, “El aerodeslizador”, “La vaca sagrada”, “El fantasma”, “El curucú”, “La copa de oro”, “El dragón de las nieves”,” El rally olímpico” y “La isla del Robinson”. Creo que a comienzos de los noventa Juventud publicó los dos primeros.
Sirvan estas líneas como recordatorio nostálgico de una serie que en el pasado me hizo disfrutar de buenos momentos, que hoy, desgraciadamente y por razones de edad, no son repetibles.
Nos encontramos ante un cómic humorístico, dirigido a un público juvenil, protagonizado por cuatro adolescentes que desempeñan los roles estereotipados del deportista (Lástic), el empollón (Doct), el gordito comilón (Bufi) y la chica coqueta (Dina). Además, como un quinto as podemos citar al perro Oscar, aunque su protagonismo en la serie no alcanza el papel estelar de un Milou, por ejemplo.
El dibujo es el característico de la línea clara reconocible al primer vistazo, destacando los luminosos colores, la reproducción de los distintos medios de transporte (coches, trenes, barcos, aviones, naves), así como la creación de esos ambientes “confortables” tan apreciables en la escuela franco-belga. El guión es marcadamente infantil, con sucesiones de gags humorísticos generados alrededor de una trama con cierto halo de misterio. El lector adulto los puede leer con simpatía, pero difícilmente se va a ver “enganchado” por los argumentos. Es decir, se trata de una serie de humor blanco, buenista y destinada a educar deleitando, como se decía antaño.
Aunque en España sólo se publicaron los nueve episodios iniciales de la colección, en francés, editados por Casterman entre 1964 y 2007, ya van por el álbum número 43, aunque en el último ya no aparecen los dos creadores originarios.
Los nueve títulos publicados en castellano por Oikos Tau son “Los 4 ases y …”: “La serpiente de mar”, “El aerodeslizador”, “La vaca sagrada”, “El fantasma”, “El curucú”, “La copa de oro”, “El dragón de las nieves”,” El rally olímpico” y “La isla del Robinson”. Creo que a comienzos de los noventa Juventud publicó los dos primeros.
Sirvan estas líneas como recordatorio nostálgico de una serie que en el pasado me hizo disfrutar de buenos momentos, que hoy, desgraciadamente y por razones de edad, no son repetibles.
"No hay dos sin tres", de Floc´h y Fromental
"No hay dos sin tres" es una historieta dibujada por Floc´h con guión de Jean-Luc Fromental publicada en 1991 por ed. Albin Michel y aquí en España por Glénat en 1994, traducida por Ramón de España. El director editorial de la colección "Biblioteca gráfica", a la que pertenece este libro, es Joan Navarro, quien ya se ocupó de presentarnos a Floc´h desde el primerísimo momento de la revista Cairo (la portada del nº 1). En "No hay dos sin tres"vemos a un Floc´h que nos recuerda al de En busca de Sir Malcolm y al de Blitz. Ha encontrado su estilo y lo despliega aquí describiendo a la perfección los ambientes de la clase acomodada de Nueva York de los años 30. Tanto es así que parece que estamos en una película americana de aquella época, si no fuera porque está en color, por cierto, un color muy bien empleado. El guión prescinde de las tan criticadas cartelas y deja que sean el dibujo y los diálogos los que vayan contando esta historia acerca de un triángulo amoroso que, como nos adelanta Navarro en la contraportada, recuerda a las novelas de Scott Fitzgerald. Este tipo de narración le confiere al álbum un ritmo de lectura ágil y un carácter más cinematográfico si cabe.
martes, 17 de marzo de 2009
Jacques Martin -Alix -
En 1948 inicia su colaboración en la revista"Tintin", creando la gran serie "Alix", que relata las aventuras del más famoso héroe de todos los creados por él. Las historias del joven galo, convertido en ciudadano romano, que explora en el año 50 a.C. todos los países conocidos, pronto se convertirán en unas de las más populares y bien conseguidas series del género, publicadas en el mundo entero y traducidas en diversas lenguas.
En 1952, crea otra gran serie de aventuras, a través de su nuevo e igualmente famoso héroe del mundo contemporáneo, el periodista/reportero "Guy Lefranc", contando con la colaboración, en varios álbumes, de grandes diseñadores (Bob de Moor, Gilles Chaillet y, finalmente, Christophe Simon).
A estas alturas, Jacques Martin es ya uno de los grandes maestros de la Bande desssinée clásica, rodeándose de ayudantes y colaboradores de gran talento, los cuales adoptan su diseño claro y preciso, perpetuando aquello que se llamó la "Escuela de Jacques Martin".
Durante casi 20 años, entre 1953 y 1972, trabaja para los estudios Hergé, enriqueciéndose con la colaboración con Hergé y otros artistas, que se suma a su ya vasta experiencia, llegando a ser a partir de aquí uno de los grandes autores de la escuela belga en Bruselas, juntamente con Hergé, E. P. Jacobs y Bob de Moor. Colabora en los álbums de Tintin "Los cigarros del faraón", "El asunto Tornasol", "Stock de coque", "Tintín en el Tíbet", "Vuelo 714 para Sidney" y "Las joyas de la Castafiore".
Homenaje a Hergé: El encuentro anacrónico de Alix y de Rastapopoulos. Estas dos páginas en forma de homenaje póstumo aparecieron en À SUIVRE "especial Hergé" en abril de 1983.
Traducidas al castellano por nuestro grupo de trabajo.
Contrariamente a Hergé, Jacques Martín desea que sus personajes le sobrevivan. Aseguró el futuro de sus series gracias a los numerosos guionistas/dibujantes que trabajan con él y la formación de asistentes a lo largo de estos últimos años.
En 1953, Hergé le propone trabajar en sus estudios. Jacques Martin participará, por tanto en L'Affaire Tournesol (El asunto Tornasol), Coke en Stock (Stock de Coque), Tintin au Tibet (Tintín en el Tibet) vistiendo y colocando a los personajes y dando ideas para el guion. Ayudará igualmente a la republicación de Los Cigarros del Faraón y de La Isla Negra. A pesar de sus temperamentos diferentes, su colaboración es estrecha y productiva. En 1972, Martin toma distancia para consagrarse con sus propias series. Realiza diez albums de Alix y tres de Lefranc. En 1984 concretiza dos sueños antiguos: Jhen, la historia de un compañero de armas de Gilles de Rais, con Jean Pleyers, y Arnaud Dombre (Arno), y una aventura bonapartista con Juillard. En 1991crea Orión y guioniza Keos. Se rodea de nuevos colaboradores para crear Los Viajes de Alix, serie con mirada enciclopédica consagrada a la reconstitución de grandes sitios antiguos.
Fuentes:
http://www.tepatoken.com/comic/jacques-martin.html
http://www.alixintrepido.es/
En 1952, crea otra gran serie de aventuras, a través de su nuevo e igualmente famoso héroe del mundo contemporáneo, el periodista/reportero "Guy Lefranc", contando con la colaboración, en varios álbumes, de grandes diseñadores (Bob de Moor, Gilles Chaillet y, finalmente, Christophe Simon).
A estas alturas, Jacques Martin es ya uno de los grandes maestros de la Bande desssinée clásica, rodeándose de ayudantes y colaboradores de gran talento, los cuales adoptan su diseño claro y preciso, perpetuando aquello que se llamó la "Escuela de Jacques Martin".
Durante casi 20 años, entre 1953 y 1972, trabaja para los estudios Hergé, enriqueciéndose con la colaboración con Hergé y otros artistas, que se suma a su ya vasta experiencia, llegando a ser a partir de aquí uno de los grandes autores de la escuela belga en Bruselas, juntamente con Hergé, E. P. Jacobs y Bob de Moor. Colabora en los álbums de Tintin "Los cigarros del faraón", "El asunto Tornasol", "Stock de coque", "Tintín en el Tíbet", "Vuelo 714 para Sidney" y "Las joyas de la Castafiore".
Homenaje a Hergé: El encuentro anacrónico de Alix y de Rastapopoulos. Estas dos páginas en forma de homenaje póstumo aparecieron en À SUIVRE "especial Hergé" en abril de 1983.
Traducidas al castellano por nuestro grupo de trabajo.
Contrariamente a Hergé, Jacques Martín desea que sus personajes le sobrevivan. Aseguró el futuro de sus series gracias a los numerosos guionistas/dibujantes que trabajan con él y la formación de asistentes a lo largo de estos últimos años.
En 1953, Hergé le propone trabajar en sus estudios. Jacques Martin participará, por tanto en L'Affaire Tournesol (El asunto Tornasol), Coke en Stock (Stock de Coque), Tintin au Tibet (Tintín en el Tibet) vistiendo y colocando a los personajes y dando ideas para el guion. Ayudará igualmente a la republicación de Los Cigarros del Faraón y de La Isla Negra. A pesar de sus temperamentos diferentes, su colaboración es estrecha y productiva. En 1972, Martin toma distancia para consagrarse con sus propias series. Realiza diez albums de Alix y tres de Lefranc. En 1984 concretiza dos sueños antiguos: Jhen, la historia de un compañero de armas de Gilles de Rais, con Jean Pleyers, y Arnaud Dombre (Arno), y una aventura bonapartista con Juillard. En 1991crea Orión y guioniza Keos. Se rodea de nuevos colaboradores para crear Los Viajes de Alix, serie con mirada enciclopédica consagrada a la reconstitución de grandes sitios antiguos.
Fuentes:
http://www.tepatoken.com/comic/jacques-martin.html
http://www.alixintrepido.es/
lunes, 16 de marzo de 2009
planchas inéditas de Ralph Edenbag
El creador de pastiches tintinescos Ralph Edenbag nos ha avanzado en la web amiga "el Foro de la TIA" parte de sus últimos trabajos de homenaje a Hergé: una nueva página de la historieta "Tintín y el Thermozero", que Hergé dejó inacabada,(y de la que ya se podían ver sus planchas anteriores en la página "Tintín est vivant"), y la portada, aún pendiente de colorear, de su proyecto "Gopal resort 908", historia que se basa en la idea de Hergé "un día en el aeropuerto". En próximas fechas nos ha prometido más planchas. Edenbag cuenta que ha habido gente que ha comerciado en internet con trabajos suyos, aprovechándose de un esfuerzo que, desde un principio, se había hecho sin ánimo de lucro. Esto le ha llevado, como se puede ver, a cruzar en diagonal el mensaje "Not for sale on eBay". Gracias por compartir estos trabajos y hasta pronto, Ralph.
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sábado, 14 de marzo de 2009
EL GAVILAN, de Patrice Pellerin.
Un fin de semana en el que los meteorólogos habían avisado de un temporal de frío, viento, lluvia, nieve a 200 metros y en el que recomendaban no coger el coche si no era estrictamente necesario, tuve la suerte de que cayera entre mis manos el primer ciclo de las aventuras de “El Gavilán” de Patrice Pellerin.
No conocía nada de este autor, que creo que, hasta la fecha, no había sido publicado en España. No obstante, obra en mi poder un librito que compré hace unos años en una de mis visitas a Francia y que se titula “La Bédéthèque Idéale”, publicado por Musée de la bande dessinée. En dicha obra, dentro del apartado dedicado al cómic histórico, aparece “L´épervier”, junto a Alix, Los compañeros del crepúsculo, Jonas Fink, Kogaratsu, Paracuellos, Los pasajeros del viento, Pluma al viento, Príncipe Valiente, Sambre, Las 7 vidas del gavilán y Las Torres de Bois-Maury, todas ellas publicadas en España, y las inéditas en nuestro país, Angelot du Lac, Carnets d´Orient y Le moine fou. Es decir, la calidad estaba asegurada si atendemos al rigor de la selección.
Y he de decir que mis expectativas no fueron defraudadas, ya que “El gavilán” es de lo mejorcito que he leído en los últimos tiempos y recomiendo vivamente su adquisición a quien lea estas líneas. El precio puede desanimar a alguien (50 euros) pero no hay que olvidar que se trata de un tomo en tapa dura de 288 páginas que recoge los seis albumes integrantes del primer ciclo de las aventuras de L´épervier. La edición es impecable y corre a cargo de la, para mí desconocida, Ediciones Io. Por poner una pega, faltarían las portadas de las seis entregas integrantes de este primer ciclo, pero no os preocupéis porque las incluyo en este comentario. Los títulos en francés de la serie, publicada por Dupuis, son: Le trépassé de Kermellec, Le Rocher du crâne, Tempête sur Brest, Captives à bord, Le trésor du Mahury y Les larmes de Tlaloc.
No voy a destripar demasiado del argumento, pero creo necesario dar un anticipo que, por otro lado, se puede leer en la propia contraportada del libro. Brest, siglo XVIII, Yann de Kermeur, noble y con un pasado corsario en el que fue conocido con el nombre de El Gavilán, es acusado injustamente del asesinato del anciano conde de Kermellec. Todos sus bienes son incautados, incluso el más preciado de todos ellos, su barco “La Medusa”. Y como se decía en un famoso programa de televisión, hasta aquí puedo contar.
El guión está a la altura de las mejores novelas o películas de aventuras en el sentido clásico del término: luchas, traiciones, huidas, persecuciones, tesoros, exotismo e incluso, amor.
En cuanto al dibujo, para mí, es una maravilla. Sólo hay que echar un vistazo a los barcos y a la reproducción de los puertos de La Rochelle o Brest, por ejemplo, para darnos cuenta de la ingente labor de documentación que ha debido realizar el amigo Patrice. Baste decir que el primer album de la serie se publicó en 1994 y el sexto en 2005.
Para finalizar dar unos breves datos de Patrice Pellerin, guionista y dibujante de esta excelente serie. Este bretón nació en Brest en 1955 y parece que era un tanto presuntuoso ya que, según su biografía, su divisa era “O Miguel Angel o nada”. Como suele decirse, en el medio está la virtud y en lugar de la nada se dedicó a dibujar cómics, cosa que, por otra parte, no hace nada mal. Participó junto a Jean-Michel Charlier dibujando dos episodios de la serie Barbarroja, "Trafiquants de bois d'ébène" y "Les Révoltés de la Jamaïque" y escribió el guión de los tres primeros episodios de “Les Aigles décapités”, con dibujos de Kraehn. Con El Gavilán asumió la totalidad del trabajo, aglutinando sus tres pasiones principales, Bretaña, el mar y la Historia.
Creo que los aficionados españoles a la BD estamos de enhorabuena al poder leer en castellano esta interesante serie. Sólo pedir que cunda el ejemplo entre los editores de nuestro país y veamos más casos como el de “El Gavilán”.
No conocía nada de este autor, que creo que, hasta la fecha, no había sido publicado en España. No obstante, obra en mi poder un librito que compré hace unos años en una de mis visitas a Francia y que se titula “La Bédéthèque Idéale”, publicado por Musée de la bande dessinée. En dicha obra, dentro del apartado dedicado al cómic histórico, aparece “L´épervier”, junto a Alix, Los compañeros del crepúsculo, Jonas Fink, Kogaratsu, Paracuellos, Los pasajeros del viento, Pluma al viento, Príncipe Valiente, Sambre, Las 7 vidas del gavilán y Las Torres de Bois-Maury, todas ellas publicadas en España, y las inéditas en nuestro país, Angelot du Lac, Carnets d´Orient y Le moine fou. Es decir, la calidad estaba asegurada si atendemos al rigor de la selección.
Y he de decir que mis expectativas no fueron defraudadas, ya que “El gavilán” es de lo mejorcito que he leído en los últimos tiempos y recomiendo vivamente su adquisición a quien lea estas líneas. El precio puede desanimar a alguien (50 euros) pero no hay que olvidar que se trata de un tomo en tapa dura de 288 páginas que recoge los seis albumes integrantes del primer ciclo de las aventuras de L´épervier. La edición es impecable y corre a cargo de la, para mí desconocida, Ediciones Io. Por poner una pega, faltarían las portadas de las seis entregas integrantes de este primer ciclo, pero no os preocupéis porque las incluyo en este comentario. Los títulos en francés de la serie, publicada por Dupuis, son: Le trépassé de Kermellec, Le Rocher du crâne, Tempête sur Brest, Captives à bord, Le trésor du Mahury y Les larmes de Tlaloc.
No voy a destripar demasiado del argumento, pero creo necesario dar un anticipo que, por otro lado, se puede leer en la propia contraportada del libro. Brest, siglo XVIII, Yann de Kermeur, noble y con un pasado corsario en el que fue conocido con el nombre de El Gavilán, es acusado injustamente del asesinato del anciano conde de Kermellec. Todos sus bienes son incautados, incluso el más preciado de todos ellos, su barco “La Medusa”. Y como se decía en un famoso programa de televisión, hasta aquí puedo contar.
El guión está a la altura de las mejores novelas o películas de aventuras en el sentido clásico del término: luchas, traiciones, huidas, persecuciones, tesoros, exotismo e incluso, amor.
En cuanto al dibujo, para mí, es una maravilla. Sólo hay que echar un vistazo a los barcos y a la reproducción de los puertos de La Rochelle o Brest, por ejemplo, para darnos cuenta de la ingente labor de documentación que ha debido realizar el amigo Patrice. Baste decir que el primer album de la serie se publicó en 1994 y el sexto en 2005.
Para finalizar dar unos breves datos de Patrice Pellerin, guionista y dibujante de esta excelente serie. Este bretón nació en Brest en 1955 y parece que era un tanto presuntuoso ya que, según su biografía, su divisa era “O Miguel Angel o nada”. Como suele decirse, en el medio está la virtud y en lugar de la nada se dedicó a dibujar cómics, cosa que, por otra parte, no hace nada mal. Participó junto a Jean-Michel Charlier dibujando dos episodios de la serie Barbarroja, "Trafiquants de bois d'ébène" y "Les Révoltés de la Jamaïque" y escribió el guión de los tres primeros episodios de “Les Aigles décapités”, con dibujos de Kraehn. Con El Gavilán asumió la totalidad del trabajo, aglutinando sus tres pasiones principales, Bretaña, el mar y la Historia.
Creo que los aficionados españoles a la BD estamos de enhorabuena al poder leer en castellano esta interesante serie. Sólo pedir que cunda el ejemplo entre los editores de nuestro país y veamos más casos como el de “El Gavilán”.
viernes, 13 de marzo de 2009
RAY BANANA, de TED BENOIT
Ya hemos mencionado por aquí a Ted Benoit en su calidad de continuador de Jacobs con "Blake y Mortimer". Ahora quiero apuntar algo sobe su personaje "Ray Banana".
Lo que hemos conocido por estos lares de este personaje es "La ciudad luz", que apareció en las páginas de CAIRO y también en foma de álbum.
Anterior a éste es "Berceuse Electrique", que actualmente está disponible en francés editado por Casterman en su colección les classiques.
Tampoco se ha editado en España, que yo sepa, "La peau de leopard",(ed. Albin Michel,), también en color,con guión de Madeleine De Mille.
Sin duda lo que más me llama la atención es su estilo de dibujo, heredero y muy deudor de Hergé.
Aunque hay otros aspectos que lo hacen atractivo, como su retrato del mundo americano de los 50, un ambiente que siempre me ha fascinado y que Benoit recrea a la perfección, a través de un especial cuidado en la representación de los coches o la decoración. En "La ciudad luz", Benoit incorpora el color, dando a mi modo ver más atractivo al dibujo. La Berceuse electrique reúne una serie de historias dibujadas en blanco, negro y gris.Yo creo que la pretensión de Benoit era apoyar gráficamente con el uso del blanco y negro su evocación del cine negro americano clásico.
Como curiosidad, quiero comentar que su personaje "Thelma Ritter", es una caricatura de la actriz que interpreta a Stella, la enfermera de James Stewart en "La ventana indiscreta", de Alfred Hitchcock, la cual se llamaba Thelma Ritter, igual que el personaje del comic.
jueves, 12 de marzo de 2009
EL PEQUEÑO JUAN
miércoles, 11 de marzo de 2009
BARELLI, de BOB DE MOOR
Como todos sabemos, BOB DE MOOR era la mano derecha de Hergé y se conocía todos los trucos del maestro, ayudándole en los fondos y accesorios de la serie desde los álbumes de Tintin en la Luna. Como autor en solitario hizo varias series como CORI EL GRUMETE, OSCAR Y JULIÁN, BALTHAZAR y, sobretodo, BARELLI. BARELLI es lo más cerca que estuvo DE MOOR en imitar el estilo de HERGÉ creando una serie de aventuras donde se mezclaba el humor y el suspense. GEORGES BARELLI es un actor de renombre que combina sus actuaciones en el teatro con historias de aventuras donde echa mano de su habilidad para el disfraz. Editorial JUVENTUD publicó a principios de los 90 los 3 primeros números de la serie (en 5 álbumes) dejando en el tintero los tres últimos y, a mi modo de ver, más interesantes. Los títulos fueron: EL ENIGMÁTICO SEÑOR BARELLI (1956) donde se presenta al personaje con un estilo sencillo y clásico. Para su reedición en álbum en los 80 el editor pidió a DE MOOR que ampliase el número de páginas y por lo tanto tuvo que dibujarlas intentando mantener su estilo de 25 años atrás (Sin conseguirlo).
BARELLI EN NUSA PENIDA (1980 reedición) También tuvo que dibujar más páginas para acompañar a la historia original antigua y el cambio de estilo se nota mucho. En España se publicó la edición en 3 volúmenes: “En Nusa Penida”, “Los Traficantes del Templo” y “El Gran Bhougi-Whougi”.
BARELLI Y LOS AGENTES SECRETOS (1973). En este álbum experimentó con el estilo y realizó un dibujo menos línea clara y más esbozado y caricaturesco. La historia tienen varios gags muy del estilo de Hergé aunque sin llegar a su altura.
Las tres últimas aventuras que publicó en los 70 son las más interesantes ya que cuentan con un mayor trabajo de ambientación y una mayor preocupación en la narrativa. En muchas ocasiones parece que estamos viendo una viñeta de Hergé (El de “Vuelo 714” y “Pícaros”), sabiendo que DE MOOR colaboró muchísimo en los álbumes de los 60-70 de TINTIN se entiende esta semejanza. No obstante, nos dejan una sensación de vacío ya que no es una copia perfecta. Por ejemplo fallan los encuadres de las viñetas que tan bien proporcionadas están en Hergé: vemos viñetas demasiado grandes para lo que encuadran o demasiado pequeñas y ajustadas para otras que necesitan de más aire. La duración de cada aventura es de solo 30 páginas y nos quedamos con ganas de mucho más, se nos hacen muy cortas. Eso sí, los fondos son sobresalientes, con esos árboles, rocas y paisajes directamente trasplantados de TINTIN.
LE BOUDDHA BOUDANT (1974) es un relato lleno de gags y con un grafismo impecable. Conocemos el “Teatro Nacional” donde es director BARELLI y los principales personajes van aposentándose, especialmente la Tía de BARELLI, una especie de padre de Indiana Jones que se ve involucrada en sus aventuras.
BONNE MINE Á LA MER (1975) es otra aventura interesante pero más intrascendente.
Y mi favorita ,LE SEIGNEUR DE GONOBUTZ (1980) donde vemos un país muy similar a SILDAVIA y un diseño de personajes que recuerda mucho al largometraje de TINTIN Y EL LAGO DE LOS TIBURONES. De nuevo el número de páginas se hacen cortas y da rabia pensar que con 62 páginas podríamos haber tenido una historia semejante a cualquiera de TINTIN.
DE MOOR también dibujó historias breves del personaje con un estilo más humorístico. En los 80 dejó de dibujar a BARELLI para centrarse en CORI EL GRUMETE, aunque realizó un álbum publicitario para el Ministerio de Bruselas titulado BRUXELLES BOUILLONNE (1990) y donde vemos a BARELLI en los principales puntos turísticos de la ciudad. La historia no vale mucho, pero el dibujo nos da una idea de cómo habría dibujado DE MOOR un posible TINTIN en los 90. Lo que nos deja claro esta serie, especialmente las tres últimas aventuras, es que BOB DE MOOR habría sido el mejor continuador del estilo de HERGÉ a nivel gráfico, pero que habría necesitado de alguien más para realizar el guión (Quizás GREG). Nunca sabremos cómo habría sido el ARTE ALFA dibujado por él, pero esta serie nos da una idea de lo que podríamos haber encontrado.
En 1983 EDICIONES ROMBALDI editó un tomo que recogía las 6 aventuras principales. En 2006 se editó un facsímil de la primera edición del ENIGMÁTICO SEÑOR BARELLI que incorporaba las nuevas planchas de los 80 (Inéditas en la edición de Juventud) así como la aventura de LOS AGENTES SECRETOS y dos historias cortas.
A ver si se animan y sacan un Integral con toda la obra para completistas.
entrada aportada por RAFA.
P.D.: la imagen que hemos añadido al principio es el autógrafo y dibujo original de Barelli que Bob de Moor le dedicó a nuestro amigo Turnstiles en el salón del comic de Barcelona. GRACIAS POR COMPARTIRLO!
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